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SURFEANDO BRASIL

Entrábamos al país carioca casi de milagro, porque las colas en la aduana de Tabatinga eran insufribles. Embarcamos los últimos en el barco, por lo que el registro, aunque exhaustivo, no llegó a los límites que leímos en internet, aunque volverían a repetirse varias veces más a la llegada a otros puertos. Y como fuímos los últimos, ya no quedaban buenos sitios para colgar la hamaca.

En estos barcos, el viaje se hace en un espacio común donde cada cual cuelga su propia hamaca. Hay que tener cuidado con las cosas, pero el ambiente es agradable y es fácil encontrar locales y viajeros para pasar el rato. Pero eso de navegar el Amazonas suena mucho más romántico y aventurero de lo que en realidad es.  El paisaje es monótono, aunque los atardeceres y las estrellas son espectaculares. La comida no es mala, pero el tercer día ya resulta pesadita. Se pueden avistar delfines, y bajar en cualquier puerto a beber, porque en el barco el alcohol está prohibido. Para nosotros los tres días y sus noches resultaron el escenario perfecto para la lectura.

Son casi 2.000 kms los que separan Tabatinga de Manaos. Para nosotros es el Amazonas, para ellos es el Solimões, que sólo cuando se une al río Negro es puramente Amazonas. Y es ahí, en ese encuentro entre los dos ríos, ya casi llegando a la capital del Estado de la Amazonía de Brasil, cuando ocurre la magia.

La unión de los ríos Solimões y Negro es un verdadero capricho de la naturaleza. El uno es color café con leche, el otro negro (color té negro); el uno transporta sedimentación alcalina, el otro la arrastra ácida; el uno es tibio y lento, el otro es frío y rápido. Aunque sean almas gemelas, el encuentro, con tales diferencias, es harto difícil. Por decenas de kilómetros luchan sin mezclarse, hasta que finalmente se funden dando origen al Amazonas. Pero nosotros no llegaríamos tan lejos.

Bajamos en la recalurosa Manaos, una ciudad que bien podría ser la capital del caos. Y aunque está plantada en el corazón de la selva amazónica, ofrece bastante poco a nivel turístico, y lo que ofrece no está dentro de nuestro interés o bien de nuestro presupuesto.

Las ganas de volver a España se hacían más y más grandes y las ya cercanas fechas navideñas hicieron que nos decidiéramos a volver directamente a casa y dejar Brasil marcado como un enorme e interesante país al que  volver, sin lugar a dudas. Así que nuestra estancia en Manaos estuvo marcada por la compra del vuelo de regreso a España.

Pasamos con Marcel, nuestro couchsurfer, una agradable semana, donde hubo espacio para la compra del vuelo, para experimentar de nuevo con la Ayahuasca y para manifestarse en las calles.

La compra del vuelo resultó harto difícil, hubo que solicitar inclusive ayuda desde España, pero lo conseguimos, y así el día 30 de diciembre volaríamos desde Sao Paulo a España. La sorpresa estaba preparada, llegaríamos la noche del 31 de diciembre gracias a nuetros amigos Koke y Lara.

Nuestro paso por Brasil coincidía con un momento político bastante intenso. Hubo una macromanifestación en todo el país, que sorprendentemente en este caso era para apoyar al Gobierno; la derecha no conforme con el resultado de las elecciones amenazaba con un golpe de estado, pero esta vez ganó la calle por goleada.

Entretanto, tuvimos nuestra ceremonia de Ayahuasca en una comunidad religiosa; aquí lo llaman Daime, por aquello de «daime luz». Íbamos todo emocionados, pero para Alma no pasó de un ataque de risa y para mí, ná de ná again. Probablemente los cantos en portugués no nos guiaron al trance; y es que el portugués hablado despacito se entiende, pero de corrido no pillas ni jota. Quien sí se fué tres pueblos fué nuestro compañero Marcel. Muy buen cocinero, por cierto.

Y como había que esperar unos diítas más para nuestro vuelo a Sao Paulo, nos fuímos a casa de Stefan, un couchsurfer alemán. Esto fué ya el relax total; la casa para nosotros solos, porque Stefan apenas paraba más que para dormir. Nuestro aire acondicionado, nuestra piscina; rabia nos daba de tener que salir a comprar.

Y llegó el día 24 y pasamos la Nochebuena de aeropuerto en aeropuerto: 3 aviones y cuatro depegues con su cuatro aterrizajes. Nuestra cena de Navidad fueron unas empanadas para Alma y una hamburguesa para mí.

A la llegada al aeropuerto de Sao Paulo estaban esperando nuestros nuevos couchsurfers, Diego y Aline. Nos encantó que vinieran a buscarnos. Con ellos estuvimos el tiempo justo para terminar el Call of Duty, pasar un par de veladas encantadoras y mentalizarnos de la vuelta a casa, una mentalización que casi nos lleva al divorcio porque ya empezábamos a sufrir la crisis que se avecinaba tras dos años outside the system.

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Con Diego y Aline.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SURFEANDO PANAMÁ (Tercera Ola)

En Bocas del Toro, contra todo pronóstico, vivimos un pequeño infierno.

El trabajo en el barco venía a trompicones: cuando no era la lluvia era la falta de materiales, o la falta de dinero para pagarnos. La cuestión es que el tiempo pasaba y nosotros, lejos de hacer dinero, gastábamos y gastábamos.

Al poco hice un trato con un canadiense para diseñarle unos flyers, fotos y vídeos de un tour en catamarán, el Jade Dragon. El trato era bueno, pero el canadiense se fué de viaje y nos dejó el pago a medias. Y si a esto añadimos la lluvia, la falta de turistas y factores ajenos a nosotros, el trabajo se quedó sin finalizar. 

El asunto del dinero no nos era favorable y Bocas es, sin duda, el lugar más caro de todo Panamá, pero estábamos viviendo en un velero. ¡Qué romántico!.

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El «Shadok II».

Nos visitaron incluso unos amiguetes españoles que conocieramos en el hotel. ¡Qué bonito!.

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Empezamos a pescar para autoabastecernos de comida. ¡Qué chulo!.

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Pero a medida que el tiempo pasaba, el velero se hacía más y más pequeño, los contras superaban con creces a los pros: sin internet, sin corriente eléctrica (apenas una batería para las luces), sin apenas agua potable… Aprendimos a usar el agua de mar para casi todo, a ducharnos aprovechando las fuertes lluvias, a maximizar el uso del iPad y del ordenador. Pero los inconvenientes empezaron a pasar factura en nuestro estado de ánimo, y día a día perdíamos fuerzas para continuar. Si al menos hubiésemos tenido un dingui para ir al pueblo. Si al menos nos hubiesen enseñado a arrancar el motor del barco para generar electricidad. Si al menos nos hubiesen dicho dónde cargar bidones de agua potable…

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Hacíamos guardia en cubierta por si algún vecino de barco pasaba con su dingui a tierra, de esta manera ahorrábamos 4 dólares en taxi y cargábamos los devices y mirábamos internet, y veíamos las mismas caras en los mismos sitios, y comprábamos la misma mala comida en los mismos supermercados. En una de éstas Brad, el dueño del Hotel Boca Brava, nos contactó por e-mail y nos propuso volver a terminar su bote, ¡esta vez pagándonos!. Tardamos algo más de 15 segundos en decirle que sí y una semana en marcharnos.

Una semana que dió para suplicar por agua potable en cada negocio y casa del pueblo. Una semana que dió para comprar tranchetes sueltos (el precio del paquete es prohibitivo). Una semana que dió para pelearnos con los desagradables taxistas, para…

Nos íbamos con regomeyo; atrás dejábamos a Roger solo, trabajando (o no) en el «Marita». Dejábamos un trabajo casi hecho y a medio cobrar, y la ilusión perdida de generar fondos para viajar por Sudamérica.

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También dejamos atrás bonitos recuerdos, como dormir mecidos por las olas, o el momento de descubrir como funciona el báter, las extraordinarias noches de placton, las jornadas de trabajo y charlas con Roger y las laaargas conversaciones con mi compañera…

Y así fué como un mes después, una segunda ola nos llevó de nuevo a Boca Brava.

SURFEANDO PANAMÁ (Hotel Boca Brava. Segunda Ola)

Casi ocho horas de «frigobús» desde Panamá a Horconcitos, quince kilómetros de autoestop hasta Boca Chica y una lancha hasta el Hotel Boca Brava, en la isla del mismo nombre.

Nuestro compromiso era terminar de arreglar un bote de fibra de vidrio y algún que otro trabajo de pintura, carpintería o lo que fuera… ¿Dos semanas?, ¿tres?…

El hotel en sí no está nada mal, y las condiciones del trabajo no eran malas, pero al poco de estar allá, empezamos a sufrir una alimentación hipermonótona, esto es, arroz con frijoles y pollo, cada día para el almuerzo y para la cena. Un día, y otro, y otro… Mi compañera, pelín obsesionada con la buena alimentación entró en crisis, comentó al personal de cocina, pero la respuesta fué que eso era lo que había. Yo hablé con el dueño, y el hombre hizo todo lo que pudo para variar nuestra dieta. Pero, la verdad, es que percibimos un cierto despecho por parte de algunos de los integrantes del staff del hotel. Nada grave, pero incómodo.

Los panameños no son nada fáciles (como bien decía nuestro amigo Tony), a veces rallan en la mala educación, no eran pocas las veces en que no obteníamos respuesta ante un «buenos días» o ante una pregunta cualquiera.

En cuanto al trabajo, fué grande la expectación que se creó en torno a nosotros por al arreglo del bote; nuestro modo de trabajar no era muy común por aquellos lares. ¡Cuánta razón tenía el amigo Hugo!. Las barbaridades que hacen estos panameños te hacen echarte a reír por no llorar. Ni aún con formación universitaria salen bien preparados, y es que ni los mismos profesores dan calidad a la educación. Siento ser tan duro, pero lo he vivido. Ahí tienes a Alma enseñando excel a una chica, cuyo profesor universitario no sabemos si le dieron el trabajo por bonito o por simpático (cosas ambas que dudo). Y esto es también extrapolable a la sanidad, aunque sea pagando.

Es fácil encontrar, por ejemplo, que un mecánico le cambie las zapatillas al coche y que ponga sólo una. Es fácil también que un trabajador no se presente en una semana, o dos, sin previo aviso y luego llegue como si nada. Nunca toman bien las medidas (no sabemos si lo hacen a ojo), así que en carpintería te encuentras puertas que no encajan o que se quedan cortas; en el hotel todas las puertas, sin excepción, estaban torcidas.

No es extraño, por lo tanto, que todo el que desee un trabajo bien hecho haya de recurrir a personal extranjero; los españoles estamos muy solicitados, con una titulación baja, aquí pasas directamente a director general en cualquier campo.

Así os podreis imaginar que en pocos días, buena parte del pueblo se acercase a ver cómo trabajábamos. Por ese lado nos sentíamos super bién, reconocidos y valorados. Y por otra, estábamos rodeados de belleza y animales, especialmente monos.

El universo entonces cruzó en nuestro camino a una parejita franco-española que, además de regalarnos experiencias y conversaciones súper, nos pusieron en contacto con un man en Bocas del Toro que necesitaba gente para repararle un viejo barco atunero, el «Marita«, esta vez con dinero de por medio. Y así fué como una segunda ola nos llevó de nuevo a Bocas.

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El «Marita».

SURFEANDO COSTA RICA

Nuestro paso por Costa Rica estuvo marcado por el «fuera de temporada» y la lluvia, así que fué un visto y no visto.

Llegábamos al país más caro de toda Centroamérica, y la diferencia era visible en el estilo de vida: los coches son últimos modelos, ya no hay lunas rotas en el parabrisas, las calles presentan una limpieza más decente, las tiendas lucen escaparates, un elemento que ya casi ni recordábamos, el transporte público es eficiente, el sistema educativo es bastante aceptable, el ejército inexistente y la policía insobornable. Allá por el año  1948, el presidente de Costa Rica abolió el ejército, ante el temor de un golpe de estado. Esto ha permitido que dicha inversión sea destinada a gastos en educación y los estudiantes de toda Costa Rica reciben mensulamente 60 dólares, lo que marca la diferencia con el resto de países de la zona. Pero, para nuestra sorpresa, la «fecundación in vitro» sigue siendo ilegal a día de hoy.

Allí todos son «mae«, y «pura vida» es la frase. Y todos desayunan «gallo pinto».

Apenas llevábamos un par de horas en San José cuando me fuí con Gérrard, nuestro couchsurfer, a tomar un algo, uno de esos algos resultó ser el tan apreciado  chiliguaro. El mae se las averigüó para que otros maes nos invitasen a un «garito barra libre». Imagínense. «Pura vida», sin lugar a dudas. Los detalles de la farra no importan. Lo importante es lo bién que lo pasamos toda la noche. Y lo mal que me tocó pasar el final de la fiesta.

Volvíamos a casa de amanecida, cuando en una esquina cualquiera nos paró la policía.

-¿Dónde está el puro?, ¿eh?. ¿A eso vienes a Costa Rica, a fumar marihuana?. ¿Dónde la escondiste?, ¿la botaste?…

-¿Qué puro?… ¿Qué marihuana?,- contestaba yo.

Llovía bastante; la inmensa borrachera no me dajaba pensar con claridad; no tenía el pasaporte encima y eso no ayudó en absoluto. Mientras la situación se ponía más y más tensa, yo me acordaba de mi compañera, durmiendo apaciblemente. ¡Joder con las experiencias viajeras!.

Yo negaba y ellos afirmaban que habían visto la maría. Y yo que no, y ellos que sí. Decidí entonces sacar mi mejor oratoria:

Que si soy super buena persona. Que si viajo con mi mujer por el mundo. Que si reconozco que bebí mucho. Que si no hago daño a nadie…  Que pa’rriba, que pa’bajo. Y cuando creía que ya los tenía en el bolsillo, porque me escuchaban en silencio, uno de ellos dijo:

-¡Ya!. ¡Cállate!.

Me callé. Y pasé no sé cuantas eternidades desorientado, en silencio bajo la lluvia, sin saber qué coño estaba pasando. Entonces me subieron a un furgón blindado y fuímos directos a comisaría. Allí me ví, tratado como delincuente, pero sin pruebas. No fueron amables, pero no me sentí especialmente agredido. Pasé el rato sentado en un banco  con lo mejorcito de San José. Y volvieron a registrarme; esta vez pantalones y calzoncillos a los tobillos y bailecito para que caiga lo que sea, pero nada cayó. Estaban enfadadísimos, no encontraban el dichoso porro que decían haber visto.

– ¿Te lo comiste?. ¿Te lo comiste?.

Para ese entonces yo ya me reía. Mi preocupación era Alma; seguro que Gérrard había vuelto a casa y le había contado…¡Uf!, ¡eso sí que da miedo!.

Finalmente todo quedó en un interrogatorio y unas cuantas fotos de frente y de perfil y de cada uno de mis tatuajes. Me sacaron a empujones de la comisaría, sin dejarme siquiera hacer una llamada. No sé las horas que pasaron, pero fueron, sin lugar a dudas, de las más intensas que he vivido en estos casi dos años de viaje.

Al salir de la comisaría estaba totalmente desubicado, sin teléfono, sin dirección, sin nadie conocido, ni ná de ná; tan solo acerté a parar un taxi y pedirle que, por favor, me llevara a la taquería Fátima, la única referencia que tenía para llegar a casa, pero no quiso. Varios taxis después uno de ellos accedió.

Cuando llegué Alma no estaba en casa, estaba en San José con Gérrard, intentanto averiguar dóde me habían llevado para presentarse con mi pasaporte. Por supuesto, cuando regresó ya se estaba separando de mí, comprando el billete de vuelta a España y hasta aquí hemos llegado. Pero mi oratoria sí funcionó con ella.

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Con Carlos y Gérrard.

Después de un rápido paseo por San José, que realmente no ofrece mucho como ciudad, nos fuimos a Turrialba, famoso por su rafting en el río Pacuare, pero la lluvia no nos permitió hacerlo. Ni rafting, ni senderismo, ni volcanes, ni tortugas, ni ná de ná. Sólo pudimos, eso sí, disfrutar de la compañía de una preciosa pareja, Keiner y Nikole, nuestros couchsurfers.

Y así nos marchamos a Panamá, antes de lo esperado, y esperando respuesta de un helpX en la isla de Boca Brava, al otro lado de la frontera.

LA CAMISETA

Estamos sentados en una escalera de acceso al parque, a la sombra. Alma siente dolor de barriga. Una muchacha nativa pasa delante de nosotros, viste una típica falda de alguno de los pueblos de por acá. En la parte de arriba luce una camiseta del Barsa, muy ceñidita, dejando adivinar sus jóvenes pechos. Estábamos sentados en unas escalinatas en la Calle sexta de Ciudad de Guatemala.

SURFEANDO HONDURAS

Entramos a Honduras por Copán Ruinas, un pueblito que, según todo guatemalteco, es lo único que merece la pena de este país. «Aparte de Copán no hay nada, es mejor que sigan directos a Nicaragua, que es precioso y baratísimo». Tantas veces nos dijeron esto que nos lo creímos.

Así aterrizamos un martes en Copán, en el Hotel & Hostal Yaxkin Copan, regentado por dos hermanas majísimas, amabilísimas y muy divertidas. El pueblo no está mal, es tranquilo, especialmente entre semana, y su atractivo principal son sus ruinas mayas.

Así que nos adentramos, por enésima vez, en una de las mejores ruinas que existen. Porque no lo dudéis, las mejores ruinas siempre son las del lugar en el que os halléis en ese momento. Es posible que en esta antigua ciudad, la del rey 18 Conejo, cambie la arquitectura o la orientación de las pirámides o la forma de los ladrillos, o que haya no sé qué geroglífico súper o yo que sé qué. Para nosotros, insistimos, no dejan de ser más de lo mismo. Además teniendo en cuenta que las entradas no son especialmente económicas (15$ en este caso) y prescindiendo de guía, nunca llegamos a descubrir los pormenores de cada una de estas antiguas ciudades regadas por Centroamérica.

Después de Copán Ruinas, la costa caribeña, en el norte, se presentaba como lo más interesante, pero nos pilló, como casi siempre, en temporada de lluvias. Tampoco es barato, así que decidimos irnos directamente a Tegucigalpa, Tegus para los amigos, para hacer escala y continuar rumbo a Nicaragua.

Como siempre llegamos más o menos tarde, aunque aún era de día. Y menos mal, porque como viene siendo habitual, el bus te deja en una de las zonas feas de la ciudad. Nos las arreglamos para que un taxi nos cobrase un precio justo por llevarnos al barrio donde nos esperaba nuestro couchsurfer: Tony.

Y el couchsurfer resultó ser una familia numerosa, una casa en la que podían dormir un día cinco personas y al día siguiente doce. Compartir unos días con la «manada», como diría Tony. Resultó ser una experiencia exquisita. Se ganan la vida regentando un colegio, y es que en Tegus la mayoría de las escuelas son privadas, pero no son proyectos multimillonarios con cientos de alumnos que pagan un dineral, aquí son pequeños centros con pocos alumnos regados por toda la ciudad. Muy interesante el concepto.

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No necesitábamos más que estar con ellos, y charlar, y reír para ser felices. No necesitábamos salir a la calle para disfrutar a tope de Tegucigalpa. Pero salimos. Salimos de día, y salimos de noche. Y fuímos, como tiene que ser, a tomar un calambre al «Tito aguacate», donde además probamos los huevos de tortuga.

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Puede que Tegus no sea la ciudad más bonita de América, pero tiene algo que la hace especial. A pesar de ser sucia y encontrar montañas de basuras en medio de las calles, resultaba muy atractiva y entretenida. Es posible que fuese la compañía que teníamos. Es una ciudad súper peligrosa. Los bancos tienen varios cajeros en la calle y uno dentro; el personal prefiere hacer una hora de cola antes de sacar pasta en plena calle. También es una ciudad súper religiosa. La mezcla es muy curiosa, porque los delincuentes, por muy malos que sean, también son muy creyentes; tanto es así, que los buses ponen música religiosa, porque así, en caso de ser asaltados, es posible que los vándalos se echen para atrás. Algunos taxis llevan biblias en el salpicadero por la misma razón. El origen de tanta delincuencia es el mismo que en todos los países vecinos: la droga. Aquí los cárteres son de barrio; el tráfico no es de grandes cantidades, pero ha sido suficiente para convertir a Tegus en una «ciudad sin ley» por muchos años. Nació en estos tiempos el sicariato, que desgraciadamente aún persiste. La corrupción política, por supuesto ayudó en este desenlace. Aunque parece ser que la cosa está cambiando; desde hace unos años la policía está recibiendo cursos de capacitación, sueldos decentes y una limpia importante de corruptos. Esperemos que sigan por buen camino.

Nos sorprendió de Honduras el adelantado feminismo que tienen, y es que a diferencia de sus países vecinos, las mujeres tienen algo que decir, y con frecuencia lo que dicen es «Vete a la verga a joder a tu madre» y tan anchas se quedan. Y si sufren maltrato, hay un par de asociaciones a las que dirigirse que tampoco se andan con chiquitas. También nos sorprendió la cantidad de borrachos tirados en cualquier parte. El índice de personas que beben hasta no poder más y caen donde les pille es realmente alarmante.

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Pero en política están donde todos, asqueados por la corrupción y la poca vergüenza de sus gobernantes. Cada viernes y cada sábado, el país sale a la calle a manifestarse con antorchas, a gritarle a JOH (Juan Orlando Hernández, el presidente) que se marche, a pedir a las instituciones internacionales que se den una vueltecita por allí, y a desahogar la rabia y la impotencia que sienten cuando ven como su clase política roba con descaro los fondos de sanidad, mientras sus enfermos mueren por falta de asistencia y medicamentos. Yo fuí. Y grité indignado. Y me emocioné al ver a los abuelitos, los ricos, los pobres, los hippies y los pijos unidos por una misma causa. Cómo me acordaba del 15M… Luego rematamos el día con un tour de cantinas que recordaré siempre. Por cierto, por aquí tambien ponen tapas, aunque aquí las llaman bocas.

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Nos podríamos haber quedado dos días más, o dos semanas más, disfrutando con esta maravillosa familia. Degustando los exquisitos platos que se hacen por aquí, como las baleadas, el tapao, la sopa de capirotada o las pupusas. Pero estamos en lo que estamos. Nicaragua nos esperaba. Ya teníamos couchsurfer en León. Así que carretera y manta. Pusimos rumbo al país sandinista.

SURFEANDO GUATEMALA

Ya visitamos Guatemala en 2007, de modo que no estaba previsto turistearlo, pero tampoco era un país de tránsito porque en la ciudad capital vive la hermana de Alma y, por supuesto, pensábamos parar una temporadita en su casa. Las cosas que nos pasaron allá las dejamos para nosotros, porque no dejó de ser un paréntesis familiar dentro del viaje. Aún así algo sí que podemos contaros.

Decidimos ir desde la frontera con México a Quetzaltenango, Xela para los amigos, porque no la conocíamos y nos habían hablado muy bien de ella. El camino resultó un pelín tortuoso. Guate-28 LOWYa habíamos Guate-14 LOWolvidado los chicken bus, y nos tocó recordarlo en un viaje de cuatro horas compartiendo asiento con un notas borracho, empeñado en hablarme en inglés, y en pedirme dinero una y otra vez, y otra, y otra… Pero no todo fué malo, fijaros que pudimos conocer una de las que a buén seguro será canción de nuestra vida.

Llegamos a Xela bien entrada la noche. El autobús paraba en las afueras, como siempre en zona conflictiva. Como siempre estábamos sin teléfono, sin WiFi, y por ende, sin opciones de comunicarnos con nuestra couchsurfer. Pero como siempre nos las arreglamos para llegar sanos y salvos a casa.

Después de todo lo que nos habían hablado, y con el recuerdo que teníamos de Guate, la verdad es que Xela nos resultó un pelín insípida. Aún así, tuvimos la suerte de asistir a clases de salsa con Néstor. Visitar los lavaderos públicos de agua tibia de Cuatro Caminos, y dar una vueltecita por la ciudad. Nos fuimos pronto. Demasiado viaje, bastante cansancio y demasiadas ganas de llegar a casa de Eva, la cuñadísima/hermanísima.

La ciudad de Guatemala apenas tiene nada que ofrecer, y el tiempo que pasamos allá apenas salimos de casa un par de veces para hacer compras, o a la cafetería de enfrente. Disfrutamos un montón de las delicias culinarias de Eva, y arrasamos con el jamón, el queso y la morcilla que se trajera de España. Allí estuvimos hasta su cumple, después continuamos con la ruta.

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 Pero no nos fuimos sin reencontrarnos con La Antigua, que sigue siendo igual de hermosa, igual de interesante. Visitamos la Casa Popenoe, que no habíamos visto en aquel viaje que hiciéramos en 2007. Y nos alegramos bastante. Tuvimos la inmensa suerte de hacer un tour privado, con un guía excepcional y un ambiente súper amigable. No por nada Alberto y Loren son seguidores de éste nuestro blog. Charlamos, descubrimos y aprendimos que la Antigua es lo que es, y es como es, porque un señor americano de nombre Wilson Popenoe hizo lo que hizo en esa casa. ¡Alucinante!, descubrimos unos platos de Fajalauza adornando la pared, y es que resulta que el señor Popenoe era de veranear en Almuñecar, no en vano, fué él quien introdujo los primeros aguacates en la zona (trabajaba en la América Fruit Company). Aprendimos que las iglesias en ruinas de la Antigua, la mayoría sin techos, no es que lo perdieran en terremotos o erupciones volcánicas, o por el paso del tiempo, es que se los quitaron para hacer cafetales. Visita obligada en La Antigua.

Como obligado es ir a comer a «la Canche», por lo barato, por lo rico, por el loro de la cocina, el atractivo de las meseras y… No sabría explicarlo, es una experiencia, no como comer en el Bully, es más bien como ser parte de una película de Berlanga o Buñuel, que en paz descansen.

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Por lo demás, hicimos nuevos amigos, conocimos personajes de lo más interesante y también de lo menos. Descubrimos el delicioso pan de banano, continuamos comiendo tortillas de maíz o de harina, como las de México pero más gruesas. Y nos fuimos de unos de los países más peligrosos del mundo, donde todos los negocios tienen un tío con arma larga en la puerta, y todos los abarrotes tienen rejas que impiden el paso al interior.

Nos íbamos tranquilos, sin novedad, a otro de los países más peligrosos del mundo: Honduras.

COSAS DE MÉXICO

– Nematu, ya hemos terminado con las entradas de México. Hemos escrito 10 y aún nos quedan cosas por contar.
– Bueno, no es problema, añadimos una que se llame «Cosas que nunca contamos sobre México» o algo así.
– Vale, buena idea. ¿Y cuándo te piensas poner?
– Ahorita.

1. AHORITA

Cuando un mexicano te dice «ahorita» debes entender que el plazo comprende desde ese mismo instante hasta una semana después, en el mejor de los casos. Nosotros quedamos un sábado a las tres en punto en Xochimilco. Éramos como cuatro grupos de personas, los cuatro llegamos puntualmente a las seis. ¡Ojo!, hasta las invitaciones de boda las ponen con alguna hora de antelación, porque saben que todos llegarán tarde, hasta dios.

2. CHELAS/CHEVES

Así llaman a la cerveza en México. Se bebe mucha, muchísima. A todas horas, desde por la mañana, incluso manejando. Las marcas tienen sus propias tiendas para comprar six, packs de seis latas. Pero si hay algo extraordinario en México en cuestión de bebida es la michelada. Se puede preparar de muchas formas, pero básicamente es cerveza, clamato (zumo de tomate con salsa de almejas), salsa inglesa, chile y sal. ¡Dios, qué buenas!. ¡Dios bendiga las micheladas!.

3. OXXO

No has estado en México si no has comprado en un Oxxo, muy probablemente cerveza. La verdad es que son unas tiendas de mierda que solo venden porquería y además bastante cara, pero inexplicablemente funcionan, siempre hay gente comprando. Hay una cada 50 metros. No es difícil encontrar en una misma plaza dos o tres de ellas.

4. LOS AUTOS

Una vez que compras las chelas en el Oxxo, te subes al coche y continúas hacia tu destino. Probablemente, muy probablemente, el coche tenga la luna rota, puede que no lleve matrícula y carezca de seguro, porque no es obligatorio eso del seguro por allá. Es fácil que sea un viejo coche traído de Estados Unidos ilegalmente, pero eso «les vale madres». México mágico. En cualquier caso, si tienes una avería no te preocupes demasiado, hay autopartes y llanteras como Oxxos. Lo que dificilmente encuentres sea policía de tráfico, aunque sí son frecuentes controles militares, siempre ubicados en el mismo punto, por lo que de poco sirven.

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5. LOS CAMIONES

A saber, en México a los autobuses los llaman camiones, y a los camiones tráilers. Muchos de ellos son antiguos autobuses escolares de USA. Viajando en ellos escucharás los grandes éxitos de los 70’s a todo volumen, donde a buen seguro que Camilo Sexto o Rocío Dúrcal evocarán bonitos recuerdos de tu niñez. También es muy posible que amenicen el trayecto con rancheras o corridos. De música anglosajona ni hablar, y es que no entienden la letra, y no les gusta demasiado eso. En ocasiones, alguien sube al camión a leerte la Biblia o a realizar alguna performance.  Si no lo soportas, no te preocupes, siempre puedes encomendarte a la ayuda de dios, o Jesucristo, Rey de reyes, que sin ninguna duda te acompañarán en el viaje.

6. RELIGIÓN

Son profundamente religiosos, cosa que no acabo de entender, teniendo en cuenta que los evangelizaron a golpe de espada. En muchas iglesias puedes ver una cruz afuerita en la entrada, y es que, años ha, los nativos no estaban muy interesados en eso de la palabra de dios, y entrar en aquellos edificios les daba como repelús, de modo que los señores curas mandaron construir pequeñas cruces en la calle. Y así, poco a poco, consiguieron interesar a los salvajes. Acabaron llenando las iglesias.

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7. LOS MARIACHIS

No es un mito, están por todas partes, literalmente por todas partes. Los puedes ver incluso en la iglesia, como en España a los coros rocieros. En los restaurantes, bares y cantinas ofrecen repertorios a 50 pesos la canción. Con suerte, muy mala suerte, los de la mesa de al lado contratarán un concierto completo, y tú tendrás que resignarte a charlar a voces o a irte antes de los postres a un lugar más tranquilo, hasta que llegue otro grupo de mariachis a la mesa de al lado. Pero no te preocupes si te mueres del espanto. ¿Adivinas quién tocará en tu funeral?

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8. CARTELES Y RÓTULOS

Son muy divertidos escribiendo carteles, a veces por lo que dicen, como en el caso de » Se vende de todo en particular». Otras veces lo que llama la atención es la ortografía, de hecho, para ser exactos, llama la atención cuando un cartel está escrito correctamente.

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9. BUENO

¿Por qué los mexicanos atienden el teléfono diciendo «bueno»?. Parece ser que en los tiempos de Porfirio, cuando instalaron la red de teléfonos, que funcionaban con centralita y operadora, cuando alguien llamaba a alguien la operadora lo primero que hacía era comprobar la audición.

– ¿Es bueno el sonido?.

– Bueno – contestaba la peña.

Y así se quedó, por los siglos de los siglos.

10. FIESTAS Y NOCTURNIDAD

Siendo tan bebedores de cerveza no es de extrañar que sean fiesteros. Aprovechan la menor ocasión para celebrar y emborracharse. Arman jaleo hasta las y pico, pero no verás a ningún vecino protestar; una de dos, o están en la fiesta, o mañana les toca a ellos. Si eres de sueño ligero, no tienes escapatoria.

11. EL NARCO

Cuando te hablen de la peligrosidad de México, has de saber que un muy alto porcentaje se debe a los narcos. Sí, son súper peligrosos, pero básicamente entre ellos. Los cárteles se aniquilan unos a otros usando métodos de lo más gore, en los que la prensa le gusta recrearse. De repente, una mañana aparece una avenida llena de cuerpos decapitados o ahorcados, o vaya usted a saber. Ellos tienen el dinero, y consecuentemente el poder. No quisiera estar yo en el pellejo de un gobernador recién electo, con ganas y ánimo de hacer cosas, porque más pronto que tarde vendrá el cártel de turno para poner sus exigencias sobre la mesa. Si te niegas a la extorsión matarán a tu familia delante tuyo, luego a ti,  y a tu perro. Hay que reconocer que la política en México está vendida a esta gente, pero visto lo visto… ¿Qué pueden hacer?. ¿Legalizar la droga?. Nooo, eso sería una solución demasiado fácil, y va contra los intereses de los todopoderosos Estados Unidos. En cualquier caso, ándate con ojo por si las moscas.

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12. EL MAL GOBIERNO

Lo de los narcos, como español, se me escapa un poco al entendimiento. Lo que sí entiendo, es que esta cultura narco ha dado al gobierno, al mal gobierno, alas para hacer y deshacer a su antojo, conseguir sus propósitos cueste lo que cueste. En eso nos superan a los españoles con creces. Las protestas, las que incomodan , ya se sabe como las resuelven los gestores de esta mal llamada democracia. Nos tocó estando allí  el caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, secuestrados por el ejército mexicano y entregados a los narcos para su ejecución. Mal gobierno y narcos ganan, pueblo pierde. Mientras escribo estas líneas me entero por facebook del asesinato de un periodista amigo de un amigo. Huele feo el asunto. Parece que no escribía bonito sobre el gobierno, el mal gobierno.

Y la corrupción está a la orden del día como en España. El gobernador de Nayarit se ha convertido en el abanderado de la honradez porque admitió que había robado, sólo que un poquito nada más. Aunque nosotros también teníamos un rey que lo sentía mucho y pedía perdón. ¿Quién gana?.

Lo más sangrante para nosotros es el trato dado por el gobierno a los indígenas. Al mal gobierno de México estas culturas le importan una mierda, los usan para ganar votos y ya está. En período de elecciones les llenan la despensa de frijoles, o les dan 50 pesos, se hacen fotos con ellos, los visitan, les sonríen y les abrazan. Después de las elecciones los olvidan por cuatro años hasta las elecciones siguientes, que les volverán a llenar la despensa de frijoles.

13. COMIDAS

En este país si no has comido carne 3 veces al día es que no has comido carne. Eso para un espíritu vegetariano como el de Alma es  difícil de llevar, pero para un espíritu carnivoro como el mío es una auténtica gozada, porque, además de mucha, la comida es excelente, buenísima, extraordinaria: tacos, quesadillas, carnitas, mole, tamales, tlayudas, birria, nopales, tortas ahogadas,… el champurrado, ¡dios, el champurrado!…

– ¿Y ya está?. ¿Terminaste?. Me parece que podríamos añadir unas cuantas cosas más, ¿no?.

–   Yo que sé. ¿Cómo qué?.

– Por ejemplo: las catrinas, de como celebran la muerte, de que se bañan vestidos, de… ¡neuróticos anónimos!.

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– Deja algo para que se sorprendan cuando vengan, mujer.

– Psssi. Bueno.

SURFEANDO CHIAPAS (Segunda Ola)

Y nos fuímos al que para nosotros sería el último gran Pueblo Mágico que visitaríamos en México. Uno de los que más nos gustó, San Cristóbal de las Casas.

Jaime, nuestro nuevo couchsurfer nos recibió con un día de turisteo a lo grande, que dió para visitar museos, grutas e iglesias en ruinas.

Con esto bastaba para adivinar que en San Cristóbal  nos esperaban muchas emociones. Así que, decididos estábamos a alquilarnos un cuartito por unas semanas cuando Jaime nos dijo:

– Yo no les estoy corriendo, se pueden quedar el tiempo que quieran.

Y nos quedamos.

Además de la belleza arquitectónica de San Cristóbal, nos impresionaron bastante sus habitantes. Sus calles se llenan de color con los ropajes de las etnias de toda la comarca, predominantemente tzotziles (mayas); gran parte de ellos hablan su lengua materna. Es curioso cuando los escuchas hablar y de cuando en cuando se oye alguna palabra en español. Para experimetar esto no hay más que subirse en una combi abarrotada, el único que hablará español serás tú.

Una visita obligada estando en «Sancris» es a San Juan Chamula. Este pueblito es de lo más pintoresco y auténtico. Sus habitantes siguen siendo en su mayoría tzotziles. Lo más atractivo de Chamula es su iglesia, donde aún a día de hoy se mezcla la santería de sacrificio de animales con la religión católica, razón por la cual está prohibida la toma de fotos en el interior de la iglesia. Se intentó, pero Interior iglesia de Chamula.no se pudo. Aunque se puede rescatar alguna de San Google. Se conoce como la «Iglesia de los Santos Gordos«, porque cuando les ponen ropa nueva no les quitan la que llevan ya puesta, y así van engordando. Además de la iglesia, en Chamula hay que visitar su cementerio.

Si algo nos llamaba de Chiapas eran «los zapatistas», ese movimiento libertario constituido por agricultores e indígenas, que había conseguido dejar al gobierno, al mal gobierno, fuera de juego. Pero el movimiento en estas fechas está un poco aletargado, y aunque resuenan rumores de un nuevo levantamiento, a nosotros nos tocó en hibernación. No había marchas, ni asambleas, ni información, ni nada. Ahora estaban más preocupados peleando los unos con los otros por razones de religión que luchando juntos contra el gobierno vendido a la corrupción, los narcos y las grandes corporaciones. Además, resulta que entrar en terreno zapatista no es ni mucho menos fácil, es más, puede ser bastante peligroso, y es que no quieren a nadie en su territorio, ni gobierno, ni extranjeros, ni nada de nada. Para entrar en un pueblo zapatista hay que pedir permiso, esperar largo rato a ver qué deciden, y entonces, si es que te dejan entrar, te niegan la palabra. No les interesa explicar sus inquietudes políticas. No permiten hacer fotografías.

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Nosotros nos acercamos al pueblo zapatista de Mitzitón. La combi nos dejó en la carretera, y nos encontramos con un pueblo vallado a ambos lados de la misma, ya que los vecinos de uno y otro lado andan a la gresca. Nos limitamos a dar un paseo por el entorno y cuando nos cruzamos con una muchacha le preguntamos si podíamos pasear el pueblo, y ¿cuál fué su respuesta?:

– Si solo van a pasear, sí, siempre y cuando no ….

Siempe y cuando no ¿qué?. ¿Qué otra cosa íbamos a hacer? . Y es que estos zapatistas son bastante cerraos de mollera. No nos sentíamos cómodos y nos volvimos por donde habíamos llegado. Al final sientes lo mismo que cuando entras a USA, eres un puto indeseable en terreno hostil. Así que poco «zapatismo» experimentamos.

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Los llamados «usos y costumbres» están vigentes en los pueblos y comunidades indígenas de Chiapas. Ya los mencionamos en otra entrada. Este sistema está, incluso, por encima del Estado mexicano. Os contamos, a modo de ejemplo:

1 – Si atropellas una gallina te saldrá a precio de oro, ya que habrás de pagar por la gallina muerta lo que estime el granjero, dependiendo de lo buena que fuese la susodicha, pero además, habrás de pagar por toda su posible descendencia, ya sean huevos o pollos. Y si el atropellado es una persona, se han dado casos de linchamientos. Aquí no se andan con tonterías.

2 – Todos los miembros están obligados a ir a las marchas (concentraciones) que se convoquen y vestidos con el atuendo étnico de procedencia.

3 – Los niños y adolescentes tienen que cursar sus estudios en las escuelas de la comunidad. Se dió el caso de un chico que asistía a un colegio estatal y por orden del consejo de su comunidad tuvo que abandonarlo y cursar sus estudios en el colegio de la misma; no le quedó otra opción, pues para continuar en el colegio estatal, éste último debía pagar al consejo una suma considerable de pesos.

4 – El uso horario de estas comunidades no cambia ningún día del año, por lo que existe una diferencia horaria de una hora entre las grandes ciudades de Chiapas y sus pueblitos. Durante 6 meses, aquí son las cinco y a diez minutos son las seis. Ahora vas y lo cascas.

Jaime nos brindó la oportunidad de hacer varias escapadas interesantes y así nos fuímos a la Selva Lacandona. La carretera es de las más pesadas que pueden existir, si  no me equivoco cada 25 metros existía un tope (resalte), por supuesto, sin señalización…

Las primeradas paradas fueron para ver las Cascadas de Agua Azul y la de Misol-Ha. Y por primera vez en el viaje, por no decir en nuestras vidas, llegamos en temporada seca, por lo que los ríos y cascadas lucían un hermoso azul turquesa increíble.

La Selva Lacandoa está poblada por el pueblo maya Lacandón, de ahí su nombre. El día que llegamos al lugar estaba todo el pueblo de reunión. Tristemente. Y digo tristemente porque desde hace poco el gobierno de México ordenó que el pueblo Lacandón fuera evangelizado, y éste y no otro era el motivo de dicha reunión. Parece mentira que eso de la evangelización obligatoria llegue aún a nuestros días; gracias a dios dejaron atrás la espada, pero siempre haciendo uso de medidas cohercitivas. De hecho, hay tanta evangelización últimamente que hasta a los pueblos les están cambiando sus nombres, como es el caso de las actuales Belén y Betania, que no sabemos como se llamaban antes, pero seguro que así no.

Las ruinas arqueológicas de Palenque basta con mencionarlas, porque a pesar de ser unas de las más famosas y visitadas de todo México, a nosotros nos resultarón más, más…; no puedo definirlas. Pero quisiera que os hiciéseis una idea de lo que significan otras ruinas cuando llevas tantas y tantas en el cuerpo, ya dejan de impresionar, es como ir a una playa nudista, los dos primeros cuerpos chocan, impresionan, ponen o avergüenzan, después de poco rato, ya no ves ni a gente desnuda. Pués lo mismo.

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Nuestros últimos días en Chiapas los pasaríamos en Comitán de Domínguez, donde visitaríamos las expectaculares Lagunas de Montebello. Estas lagunas están tan cerca de Guatemala que la frontera cruza por una de ellas. Es divertido cuando las fronteras sólo son unas bollas en el agua, o unos monolitos en el suelo, sin policía de inmigración, cambio de monedas, duty free shops o barreras y vallas. Las lagunas forman parte de un ejido, es decir, son administradas de forma colectiva por los vecinos del lugar, que van rotando periódicamente en sus funciones. Otra forma peculiar de organización comunal que predomina en la zona.

Y el último día de despedida lo dedicamos a las casacadas de El Chiflón, la más famosa de ellas llamada Velo de Novia.

Y éste fué nuestro último spot en México. Sin lugar a dudas, un hermosísimo lugar para llevarse un hermosísimo recuerdo de un país extraordinario.

SURFEANDO CHIAPAS (Primera Ola)

Cuando tienes muchas expectativas sobre un lugar o una persona, o lo que sea, raras veces estas expectativas se ven satisfechas, muy raras veces. Chiapas se convirtió en una de esas raras veces. Para nosotros este estado era como lo más de lo más, lo muy de lo muy de México; tanto habíamos oído hablar de su belleza, de su cultura, de sus gentes, de su zapatismo, que ya llegando nos temíamos una decepción, un «bueno, está bien, pero no es para tanto». Pero no, definitivamente, Chiapas es la caña de España, la neta del planeta. Tiene tanto que ofrecer…

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«Chiapasiónate» reza el eslogan promocional del estado, y nosotros nos «chiapasionamos». Primero en Tuxtla Gutiérrez, su capital (Tuxtla significa coneja, y Gutiérrez viene de algún gobernador de por allá). No es que sea una bonita ciudad, y el calor es de lo más sofocante, pero sí es cierto que tiene algo especial. Lo más vendido allí es el Cañón del Sumidero en el río Grijalva, no en vano es la imagen del escudo de Chiapas. A nosotros no nos pareció tan impresionante como nos lo vendieron; nos tocó en temporada seca, por lo cual sin casacadas estaba bastante deslucido. Quizá por eso nos pareció un poco caro.

En cualquier caso, si visitas Tuxtla hay que dar el paseito en barco por allí.  La lancha en cuestión zarpa de Chiapa de Corzo, otro de los Pueblos Mágicos, muy cercano a la capital, en el que pudimos comer los mejores tamales de México, unos tamales de mole con pasas, cortesía de Ricardo, nuestro couchsurfer, que quitaban el hipo.

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Tan bueno estaba el tamal que pa cuando saqué la cámara ya sólo quedaba esto.

De Chiapa de Corzo es originario el traje o vestido de chiapaneca. Algunos afirman que es el más bello de México. También son famosos los Parachicos, danzantes tradicionales. Cuenta la historia que una mujer guatemalteca, o quizá española, una mujer «de maneras y pudientes» veía a su hijo enfermar más y más cada día. Visitó doctores, curanderos y brujos, pero el niño no mejoraba. Álguien le dijo que en Chiapa de Corzo podría encontrar por fin remedio. Y lo encontró. Y se puso recontenta, y lo celebró. Y los habitantes del pueblo celebraron con ella, se pusieron sus mejores vestidos, y máscaras blancas para no desentonar con la piel de la señora. Bailaban y cantaban a su alrededor. Cuando la señora entregaba los regalos a los bailarines en agradecimiento decía: “para el chico”. Hoy se sigue celebrando la festividad, pero sin señora.

La marimba, instrumento musical 100% chiapaneco, es motivo de orgullo, símbolo y referente del estado. Nosotros tuvimos la inmensa suerte de ser atrapados por sus ritmos en el Parque Jardín de la Marimba de Tuxla. Bailamos y gozamos de un excepcional ambiente festivo, de una verbena popular y populosa, donde todos, jóvenes y no tan jóvenes, locales y extranjeros, virtuosos y torpes se hermanan con las melodías cantadas por la marimba.

Y después, extenuados con tanto baile y tanto calor nos refrescamos con la mejor agua de horchata en «La Michoacana».  No es más que leche de arroz, pero ¡Dios, qué sabor!. Son muy populares en México las aguas frescas: de pepino, de sandía, de tamarindo, de limón, de jamaica… Estas aguas surgieron como contrapartida a la excesiva adicción de la gente por la Coca-Cola y similares. Pero si hay una bebida típica de Chiapas es el pozol, bebida refrescante a base de cacao y maíz, también lo hay blanco (sin cacao). Nosotros tomamos el de cacao y tiene regusto a maíz tostado. No nos apasionó mucho, la verdad.

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Agua de horchata con nieve de tuna (chumbo).

Al poco nos fuimos a San Cristóbal de las Casas. Nos esperaba el último de los Pueblos Mágicos que visitaríamos en México. Quizá el más mágico, es difícil evaluarlo, y las comparaciones son odiosas. Nos esperaba también Jaime, nuestro último couchsurfer mexicano.