Al abrir la puerta lateral de la furgoneta pensé: «No, aquí no subo yo a mi mujer.» Era una furgoneta blanca, antigua, destartalada, oxidada y sucia. Iban cuatro muchachos y una muchacha. Todos gitanos, todos rumanos, todo sucios. Venían de trabajar en el campo. Nos regalaron frutas. Nos trataron muy bien. Nos llevaron hasta la mismísima boca del metro que necesitábamos. Hacíamos autoestop. Estábamos en Valencia, España.
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EL LOBBY
El sofá era rojo aterciopelado. Justo en frente, apenas a metro y medio se levantaba el mostrador de madera de la recepción. Parecía un hotel bastante normal. Cada tanto abríamos los ojos. Cada tanto desfilaban parejas muy contentas, muy bebidas. Aún no había amanecido. Mientras ellos volvían a sus casas todavía apasionados, nosotros tratábamos de dormir antes de tomar el autobús de las 7:30 h a Ulán Bator. Estábamos en Ulán Udé, Rusia.
FRÍO
Hacía frío en la calle. Mucho frío. Pero dentro del McDonald’s hacía calor, mucho calor. Llevábamos varias horas de espera cuando decidí salir al parquecito de enfrente. El aire del Polo Norte llegaba gélido. Me senté en un banco. Me quité las botas y los calcetines y levanté los pies al aire, al aire polar. La gente que pasaba me miraba, pero no decían nada. Nadie cambio la fría expresión de su rostro al verme. Estaba en San Petersburgo, Rusia.
MAÑANA-MAÑANA
Apenas le quedaban dientes a la mujer. No nos dió tiempo ni a bajar del autobús cuando nos abordó, vestida de típico traje negro con motivos florales. En la cabeza un tocado de perlas, plata y semillas de colores. Para vender, cientos de artesanías en ambos brazos. Mañana -, le dije yo en mi perfecto español. Mañana-. Al día siguiente eran tres las mujeres que me ofrecían artesanías, y marihuana. Mañana, mañana -, decían mientras me enseñaban la mercancía. Estábamos en el mercado nocturno de Luang Namtha, Laos.
UÑITAS
El traqueteo del tren me tiene hipnotizado. Sentados delante de mí hay dos viejitos. Él saca su llavero cortauñas del bolsillo y comienza a cortarse las uñas de los pies. La viejita lo mira con dulzura mientras recoge y acomoda en la palma de su mano los desechos que él le dá. Cuando ha terminado con ambos pies, y todas las uñitas están perfectamente alineadas en su mano, las miran, se dicen algo y voltea la mano dejando caer las diez uñas al suelo. Estábamos en un tren en China, en alguna parte entre Hong Kong y Xiamen.
ZAPATOS LIMPIOS
Cuando abrió la puerta le cambió la cara. Era él, su exmarido. Pude ver desde la cocina como ella desaparecía con las pantuflas en la mano. Entonces apareció él. Estaba muy borracho. Tenía la ropa muy sucia y los zapatos muy limpios. Me hablaba a gritos. Él no hablaba inglés. Yo no hablaba mongol. Al poco me mostraba fotos de la familia, fotos de antes, de cuando eran felices juntos. Estaba triste, melancólico, bebido. Cuando se quedó dormido aproveché para salir de la habitación sin hacer ruido. No le quité los zapatos. Estábamos en Ulán Bator, Mongolia.
LA CAMISETA
Estamos sentados en una escalera de acceso al parque, a la sombra. Alma siente dolor de barriga. Una muchacha nativa pasa delante de nosotros, viste una típica falda de alguno de los pueblos de por acá. En la parte de arriba luce una camiseta del Barsa, muy ceñidita, dejando adivinar sus jóvenes pechos. Estábamos sentados en unas escalinatas en la Calle sexta de Ciudad de Guatemala.
COSAS DE MÉXICO
– Nematu, ya hemos terminado con las entradas de México. Hemos escrito 10 y aún nos quedan cosas por contar.
– Bueno, no es problema, añadimos una que se llame «Cosas que nunca contamos sobre México» o algo así.
– Vale, buena idea. ¿Y cuándo te piensas poner?
– Ahorita.
1. AHORITA
Cuando un mexicano te dice «ahorita» debes entender que el plazo comprende desde ese mismo instante hasta una semana después, en el mejor de los casos. Nosotros quedamos un sábado a las tres en punto en Xochimilco. Éramos como cuatro grupos de personas, los cuatro llegamos puntualmente a las seis. ¡Ojo!, hasta las invitaciones de boda las ponen con alguna hora de antelación, porque saben que todos llegarán tarde, hasta dios.
2. CHELAS/CHEVES
Así llaman a la cerveza en México. Se bebe mucha, muchísima. A todas horas, desde por la mañana, incluso manejando. Las marcas tienen sus propias tiendas para comprar six, packs de seis latas. Pero si hay algo extraordinario en México en cuestión de bebida es la michelada. Se puede preparar de muchas formas, pero básicamente es cerveza, clamato (zumo de tomate con salsa de almejas), salsa inglesa, chile y sal. ¡Dios, qué buenas!. ¡Dios bendiga las micheladas!.
3. OXXO
No has estado en México si no has comprado en un Oxxo, muy probablemente cerveza. La verdad es que son unas tiendas de mierda que solo venden porquería y además bastante cara, pero inexplicablemente funcionan, siempre hay gente comprando. Hay una cada 50 metros. No es difícil encontrar en una misma plaza dos o tres de ellas.
4. LOS AUTOS
Una vez que compras las chelas en el Oxxo, te subes al coche y continúas hacia tu destino. Probablemente, muy probablemente, el coche tenga la luna rota, puede que no lleve matrícula y carezca de seguro, porque no es obligatorio eso del seguro por allá. Es fácil que sea un viejo coche traído de Estados Unidos ilegalmente, pero eso «les vale madres». México mágico. En cualquier caso, si tienes una avería no te preocupes demasiado, hay autopartes y llanteras como Oxxos. Lo que dificilmente encuentres sea policía de tráfico, aunque sí son frecuentes controles militares, siempre ubicados en el mismo punto, por lo que de poco sirven.
5. LOS CAMIONES
A saber, en México a los autobuses los llaman camiones, y a los camiones tráilers. Muchos de ellos son antiguos autobuses escolares de USA. Viajando en ellos escucharás los grandes éxitos de los 70’s a todo volumen, donde a buen seguro que Camilo Sexto o Rocío Dúrcal evocarán bonitos recuerdos de tu niñez. También es muy posible que amenicen el trayecto con rancheras o corridos. De música anglosajona ni hablar, y es que no entienden la letra, y no les gusta demasiado eso. En ocasiones, alguien sube al camión a leerte la Biblia o a realizar alguna performance. Si no lo soportas, no te preocupes, siempre puedes encomendarte a la ayuda de dios, o Jesucristo, Rey de reyes, que sin ninguna duda te acompañarán en el viaje.
6. RELIGIÓN
Son profundamente religiosos, cosa que no acabo de entender, teniendo en cuenta que los evangelizaron a golpe de espada. En muchas iglesias puedes ver una cruz afuerita en la entrada, y es que, años ha, los nativos no estaban muy interesados en eso de la palabra de dios, y entrar en aquellos edificios les daba como repelús, de modo que los señores curas mandaron construir pequeñas cruces en la calle. Y así, poco a poco, consiguieron interesar a los salvajes. Acabaron llenando las iglesias.
7. LOS MARIACHIS
No es un mito, están por todas partes, literalmente por todas partes. Los puedes ver incluso en la iglesia, como en España a los coros rocieros. En los restaurantes, bares y cantinas ofrecen repertorios a 50 pesos la canción. Con suerte, muy mala suerte, los de la mesa de al lado contratarán un concierto completo, y tú tendrás que resignarte a charlar a voces o a irte antes de los postres a un lugar más tranquilo, hasta que llegue otro grupo de mariachis a la mesa de al lado. Pero no te preocupes si te mueres del espanto. ¿Adivinas quién tocará en tu funeral?
8. CARTELES Y RÓTULOS
Son muy divertidos escribiendo carteles, a veces por lo que dicen, como en el caso de » Se vende de todo en particular». Otras veces lo que llama la atención es la ortografía, de hecho, para ser exactos, llama la atención cuando un cartel está escrito correctamente.
9. BUENO
¿Por qué los mexicanos atienden el teléfono diciendo «bueno»?. Parece ser que en los tiempos de Porfirio, cuando instalaron la red de teléfonos, que funcionaban con centralita y operadora, cuando alguien llamaba a alguien la operadora lo primero que hacía era comprobar la audición.
– ¿Es bueno el sonido?.
– Bueno – contestaba la peña.
Y así se quedó, por los siglos de los siglos.
10. FIESTAS Y NOCTURNIDAD
Siendo tan bebedores de cerveza no es de extrañar que sean fiesteros. Aprovechan la menor ocasión para celebrar y emborracharse. Arman jaleo hasta las y pico, pero no verás a ningún vecino protestar; una de dos, o están en la fiesta, o mañana les toca a ellos. Si eres de sueño ligero, no tienes escapatoria.
11. EL NARCO
Cuando te hablen de la peligrosidad de México, has de saber que un muy alto porcentaje se debe a los narcos. Sí, son súper peligrosos, pero básicamente entre ellos. Los cárteles se aniquilan unos a otros usando métodos de lo más gore, en los que la prensa le gusta recrearse. De repente, una mañana aparece una avenida llena de cuerpos decapitados o ahorcados, o vaya usted a saber. Ellos tienen el dinero, y consecuentemente el poder. No quisiera estar yo en el pellejo de un gobernador recién electo, con ganas y ánimo de hacer cosas, porque más pronto que tarde vendrá el cártel de turno para poner sus exigencias sobre la mesa. Si te niegas a la extorsión matarán a tu familia delante tuyo, luego a ti, y a tu perro. Hay que reconocer que la política en México está vendida a esta gente, pero visto lo visto… ¿Qué pueden hacer?. ¿Legalizar la droga?. Nooo, eso sería una solución demasiado fácil, y va contra los intereses de los todopoderosos Estados Unidos. En cualquier caso, ándate con ojo por si las moscas.
12. EL MAL GOBIERNO
Lo de los narcos, como español, se me escapa un poco al entendimiento. Lo que sí entiendo, es que esta cultura narco ha dado al gobierno, al mal gobierno, alas para hacer y deshacer a su antojo, conseguir sus propósitos cueste lo que cueste. En eso nos superan a los españoles con creces. Las protestas, las que incomodan , ya se sabe como las resuelven los gestores de esta mal llamada democracia. Nos tocó estando allí el caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, secuestrados por el ejército mexicano y entregados a los narcos para su ejecución. Mal gobierno y narcos ganan, pueblo pierde. Mientras escribo estas líneas me entero por facebook del asesinato de un periodista amigo de un amigo. Huele feo el asunto. Parece que no escribía bonito sobre el gobierno, el mal gobierno.
Y la corrupción está a la orden del día como en España. El gobernador de Nayarit se ha convertido en el abanderado de la honradez porque admitió que había robado, sólo que un poquito nada más. Aunque nosotros también teníamos un rey que lo sentía mucho y pedía perdón. ¿Quién gana?.
Lo más sangrante para nosotros es el trato dado por el gobierno a los indígenas. Al mal gobierno de México estas culturas le importan una mierda, los usan para ganar votos y ya está. En período de elecciones les llenan la despensa de frijoles, o les dan 50 pesos, se hacen fotos con ellos, los visitan, les sonríen y les abrazan. Después de las elecciones los olvidan por cuatro años hasta las elecciones siguientes, que les volverán a llenar la despensa de frijoles.
13. COMIDAS
En este país si no has comido carne 3 veces al día es que no has comido carne. Eso para un espíritu vegetariano como el de Alma es difícil de llevar, pero para un espíritu carnivoro como el mío es una auténtica gozada, porque, además de mucha, la comida es excelente, buenísima, extraordinaria: tacos, quesadillas, carnitas, mole, tamales, tlayudas, birria, nopales, tortas ahogadas,… el champurrado, ¡dios, el champurrado!…
– ¿Y ya está?. ¿Terminaste?. Me parece que podríamos añadir unas cuantas cosas más, ¿no?.
– Yo que sé. ¿Cómo qué?.
– Por ejemplo: las catrinas, de como celebran la muerte, de que se bañan vestidos, de… ¡neuróticos anónimos!.
– Deja algo para que se sorprendan cuando vengan, mujer.
– Psssi. Bueno.
LA ABUELA AYAHUASCA
Llegamos a México con la firme intención de experimentar el chamanismo, el Peyote y todo aquello que se nos cruzase por el camino. Y “la Abuela Ayahuasca» nos encontró en casa de Ximena nada más aterrizar en Tijuana.
La Ayahuasca es una planta usada por los pueblos nativos amazónicos para sanar tanto física como espiritualmente.
Aunque a algunos os quieran convencer de que no es más que una planta alucinógena, lo cierto es que para nosotros va mucho mas allá. No se trata de algo recreativo, es más bien una experiencia mística, un camino de encuentro con nuestro propio espíritu, con nuestro ser esencial.
La «facilitadora», que así es como se llama a la persona que guía la ceremonia, en este caso Sofía, conocía y experimentaba Un Curso de Milagros, al igual que nosotros, y esto nos sirvió como nexo de unión; utilizar un lenguaje común nos ayudó a comprender lo que estábamos a punto de experimentar.
Charlamos unos días antes del ritual, nos explicó que lo normal es tener vomitonas o cagaleras, por ello se te provee de un cubo durante la ceremonia; que puedes reir o llorar, o bailar, o tener miedo, o una alegría inmensa o una pena feroz. Nos explicó que «la Abuela» es la que sabe, es la que guía, ella te habla, te hace ver, te da aquello que necesitas o te quita lo que te sobra, pero nunca te hará pasar por algo que no puedas soportar. Sofía entretanto cuidaría de nosotros durante toda la ceremonia.
Nos preparamos durante varios días con una dieta bastante estricta: ninguna carne o producto de origen animal, ni harinas, ni cafés, ni alcohol, ni sexo… y el día de marras sólo agua. Entretanto leímos y aprendimos cuanto pudimos sobre ella. Normalmente las ceremonias se hacen para varias personas, pero nosotros tuvimos la suerte de estar solos con la «facilitadora».
Para mí las espectativas eran enormes, pero ocurrió lo peor que puede ocurrir: no entré, no experimenté nada, «la Abuela» no me habló. Yo quería escucharla, quería saber, conocer, experimentar, ver, aprender… Pero nada sucedió. Lo intenté con una segunda dosis, pero no sirvió tampoco.
Entretanto mi compañera comenzó un viaje maravilloso, pudo navegar a través de su inconsciente, más allá de los sentidos terrenales, más allá de su cuerpo. «La Abuela» le hablaba, y ella la escuchaba, y aprendía, y trabajaba con lo más profundo de su ser. Yo la veía llorar, y llorar, y llorar más. Y se movía, y cambiaba de postura, y metía la cabeza en el cubo de vomitar pero no vomitaba, lloraba, y gritaba… Me sentía feliz por ella, pero muy decepcionado por mi «no experiencia».
Después del trance Alma estaba llena de felicidad. Experimentó su cuerpo sin ser manejado por ella misma, y es que «la Abuela» se lo tomó prestado para bailar al ritmo que marcaban los ícaros (cantos de poder), para limpiarla, para arrancar de su interior algún tipo de porquería que no sé si alguna vez seremos capaces de saber lo que era. Tuvo la oportunidad de observar el mundo con otros ojos, de mirar adentro de sí misma y escuchar lo que su cuerpo le hablaba. Sintió mucho miedo en ocasiones pero también mucho amor.
Hoy comprendo que a mí «la Abuela» me dió lo que me tenía que dar en ese momento, ni más ni menos. Y aunque me sentí «ninguneado» en aquel momento, no guardo ningún rencor. Con la perspectiva del tiempo, y depués de hablar con Sofía y Ximena (la promotora), creo que cometí un error, y es que no me presenté a «la abuela» tal como yo soy, tal como yo siento, dejé mi sentido del humor, mi espontaneidad y mi frescura y me presenté ante ella en un estado «místico-consciente» que no me correspondía. No se puede engañar a «la Abuela». La próxima vez no dejaré de ser yo mismo.
LA GRAN CAGADA (Cruzando el borde de Singapur)
– ¡Es aquí Nematu, es aquí!. Están sacando las mochilas, ¡corre, vamos!.
Después de toda la noche bastante fiebroso en un autobús. Eso no sienta nada bien.
Bajas en una estación bastante ajetreada, muy cerca de la frontera Malasia -Singapur, para enterarte que toca esperar un par de horas hasta que abran la oficina de la compañía de buses. Eso no sienta nada bien.
Abren la dichosa oficina y nos validan el tiquet para un bus urbano. Me siento en algo así como un portaequipajes a dormir, preocupado porque voy con fiebre. Fiebre – ébola – frontera Singapur… Eso no sienta nada bien.
Subimos por unas escaleras mecánicas, con las mochilas, las prisas, la fiebre… Parece que un gas dentro de mi está pidiendo permiso. Decido apretar un poquito a ver qué tal, pero me cagué. Eso no sienta nada bien.
– ¡Alma, para!. Me cagao.
– ¡A quién se le ocurre!. ¡Vamos, corre!. Ya irás al servicio al otro lado.
– Alma, por dios, que me cagao.
– ¡Qué oportuno eres tú también, coño!.
– Dame los clinex.
– No quedan.
Eso no sienta nada bien.
Voy al servicio abajo porque arriba no hay (qué mal sienta eso). Y los encuentro, y los están limpiando, y mientras me siento en la taza a liar la tercera guerra mundial el muchacho continúa friega que te friega, y yo cagando hasta los desayunos del Templo del Tigre. Eso no sienta nada bien.
Salvo la situación con bastante dignidad y me voy relativamente limpio a cruzar la frontera. Cuando rellenábamos el papelito de inmigración la policia se acercó a preguntar y a tomarnos la huella digitalmente. Luego que si la visa, que el pasaporte, que te interrogan. Eso no sienta nada bien.
Y después del interrogatorio registro de mochilas, requisamiento de tabaco y explicación en inglés de lo malo que éste es para mi salud, y que por ello les tengo que pagar 122 dólares. Y lo tiro a la basura. Eso no sienta nada bien.
Luego me doy cuenta de que si hubiese pagado me hubiese ahorrado mucha pasta. Y eso, tampoco sienta nada bien.