LA FURGONETA

Al abrir la puerta lateral de la furgoneta pensé: «No, aquí no subo yo a mi mujer.» Era una furgoneta blanca, antigua, destartalada, oxidada y sucia. Iban cuatro muchachos y una muchacha. Todos gitanos, todos rumanos, todo sucios. Venían de trabajar en el campo. Nos regalaron frutas. Nos trataron muy bien. Nos llevaron hasta la mismísima boca del metro que necesitábamos. Hacíamos autoestop. Estábamos en Valencia, España.

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