El traqueteo del tren me tiene hipnotizado. Sentados delante de mí hay dos viejitos. Él saca su llavero cortauñas del bolsillo y comienza a cortarse las uñas de los pies. La viejita lo mira con dulzura mientras recoge y acomoda en la palma de su mano los desechos que él le dá. Cuando ha terminado con ambos pies, y todas las uñitas están perfectamente alineadas en su mano, las miran, se dicen algo y voltea la mano dejando caer las diez uñas al suelo. Estábamos en un tren en China, en alguna parte entre Hong Kong y Xiamen.