El sofá era rojo aterciopelado. Justo en frente, apenas a metro y medio se levantaba el mostrador de madera de la recepción. Parecía un hotel bastante normal. Cada tanto abríamos los ojos. Cada tanto desfilaban parejas muy contentas, muy bebidas. Aún no había amanecido. Mientras ellos volvían a sus casas todavía apasionados, nosotros tratábamos de dormir antes de tomar el autobús de las 7:30 h a Ulán Bator. Estábamos en Ulán Udé, Rusia.