Hacía frío en la calle. Mucho frío. Pero dentro del McDonald’s hacía calor, mucho calor. Llevábamos varias horas de espera cuando decidí salir al parquecito de enfrente. El aire del Polo Norte llegaba gélido. Me senté en un banco. Me quité las botas y los calcetines y levanté los pies al aire, al aire polar. La gente que pasaba me miraba, pero no decían nada. Nadie cambio la fría expresión de su rostro al verme. Estaba en San Petersburgo, Rusia.