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SURFEANDO GUATEMALA

Ya visitamos Guatemala en 2007, de modo que no estaba previsto turistearlo, pero tampoco era un país de tránsito porque en la ciudad capital vive la hermana de Alma y, por supuesto, pensábamos parar una temporadita en su casa. Las cosas que nos pasaron allá las dejamos para nosotros, porque no dejó de ser un paréntesis familiar dentro del viaje. Aún así algo sí que podemos contaros.

Decidimos ir desde la frontera con México a Quetzaltenango, Xela para los amigos, porque no la conocíamos y nos habían hablado muy bien de ella. El camino resultó un pelín tortuoso. Guate-28 LOWYa habíamos Guate-14 LOWolvidado los chicken bus, y nos tocó recordarlo en un viaje de cuatro horas compartiendo asiento con un notas borracho, empeñado en hablarme en inglés, y en pedirme dinero una y otra vez, y otra, y otra… Pero no todo fué malo, fijaros que pudimos conocer una de las que a buén seguro será canción de nuestra vida.

Llegamos a Xela bien entrada la noche. El autobús paraba en las afueras, como siempre en zona conflictiva. Como siempre estábamos sin teléfono, sin WiFi, y por ende, sin opciones de comunicarnos con nuestra couchsurfer. Pero como siempre nos las arreglamos para llegar sanos y salvos a casa.

Después de todo lo que nos habían hablado, y con el recuerdo que teníamos de Guate, la verdad es que Xela nos resultó un pelín insípida. Aún así, tuvimos la suerte de asistir a clases de salsa con Néstor. Visitar los lavaderos públicos de agua tibia de Cuatro Caminos, y dar una vueltecita por la ciudad. Nos fuimos pronto. Demasiado viaje, bastante cansancio y demasiadas ganas de llegar a casa de Eva, la cuñadísima/hermanísima.

La ciudad de Guatemala apenas tiene nada que ofrecer, y el tiempo que pasamos allá apenas salimos de casa un par de veces para hacer compras, o a la cafetería de enfrente. Disfrutamos un montón de las delicias culinarias de Eva, y arrasamos con el jamón, el queso y la morcilla que se trajera de España. Allí estuvimos hasta su cumple, después continuamos con la ruta.

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 Pero no nos fuimos sin reencontrarnos con La Antigua, que sigue siendo igual de hermosa, igual de interesante. Visitamos la Casa Popenoe, que no habíamos visto en aquel viaje que hiciéramos en 2007. Y nos alegramos bastante. Tuvimos la inmensa suerte de hacer un tour privado, con un guía excepcional y un ambiente súper amigable. No por nada Alberto y Loren son seguidores de éste nuestro blog. Charlamos, descubrimos y aprendimos que la Antigua es lo que es, y es como es, porque un señor americano de nombre Wilson Popenoe hizo lo que hizo en esa casa. ¡Alucinante!, descubrimos unos platos de Fajalauza adornando la pared, y es que resulta que el señor Popenoe era de veranear en Almuñecar, no en vano, fué él quien introdujo los primeros aguacates en la zona (trabajaba en la América Fruit Company). Aprendimos que las iglesias en ruinas de la Antigua, la mayoría sin techos, no es que lo perdieran en terremotos o erupciones volcánicas, o por el paso del tiempo, es que se los quitaron para hacer cafetales. Visita obligada en La Antigua.

Como obligado es ir a comer a «la Canche», por lo barato, por lo rico, por el loro de la cocina, el atractivo de las meseras y… No sabría explicarlo, es una experiencia, no como comer en el Bully, es más bien como ser parte de una película de Berlanga o Buñuel, que en paz descansen.

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Por lo demás, hicimos nuevos amigos, conocimos personajes de lo más interesante y también de lo menos. Descubrimos el delicioso pan de banano, continuamos comiendo tortillas de maíz o de harina, como las de México pero más gruesas. Y nos fuimos de unos de los países más peligrosos del mundo, donde todos los negocios tienen un tío con arma larga en la puerta, y todos los abarrotes tienen rejas que impiden el paso al interior.

Nos íbamos tranquilos, sin novedad, a otro de los países más peligrosos del mundo: Honduras.