Cuando abrió la puerta le cambió la cara. Era él, su exmarido. Pude ver desde la cocina como ella desaparecía con las pantuflas en la mano. Entonces apareció él. Estaba muy borracho. Tenía la ropa muy sucia y los zapatos muy limpios. Me hablaba a gritos. Él no hablaba inglés. Yo no hablaba mongol. Al poco me mostraba fotos de la familia, fotos de antes, de cuando eran felices juntos. Estaba triste, melancólico, bebido. Cuando se quedó dormido aproveché para salir de la habitación sin hacer ruido. No le quité los zapatos. Estábamos en Ulán Bator, Mongolia.