SURFEANDO OAXACA

Llegamos a Oaxaca en una compañía de buses muy barata, tanto como la mitad del precio de los estándar. Son baratos porque los asaltan con frecuencia, y porque paran en una estación ubicada en la zona más peligrosa de la ciudad. Tanto es así, que Jacob, nuestro couchsurfer no quería que salieramos de la estación caminando, así que pospusimos el viaje un día porque no era aconsejable llegar de noche, y el quería ir a buscarnos, eso sí, de día. Con él y su mamá pasamos los primero días en Oaxaca.

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Si nunca estuvísteis en México, es posible que estéis leyendo Oaxaca malamente, se lee «Uajaca». No olvidéis la cantidad de lenguas, dialectos y etnias que hay por aquí. De hecho, llegar a Oaxaca es entrar en el México profundo, el de los nativos, las lenguas, los «usos y costumbres», el folklore y todas esas cosas que tanto nos gustan.

Para que os hagáis una idea. Estuvimos parando en casa de Marco, un chico que aprendió el castellano a los trece años. Él proviene de las montañas, de un pueblito mixe, y estudia Empresariales en la Universidad con el único objetivo de ayudar a su pueblo, porque allí hacen cerveza, y muy buena, y vestidos, y un montón de buenas cosas que álguien debe poner en el mercado de forma adecuada, álguien que no venga a su pueblo a joderles la vida, a cambiar su filosofía de vida, sus usos y sus costumbres.

De las 500 poblaciones que tiene este estado, cuatrocientas y pico funcionan con lo que ellos llaman «usos y costumbres». Ésta es una de las primeras cosas que nos entusiasmaron en Oxaca. No hay partidos políticos que se presenten a las elecciones, no hay políticos profesionales, ni tan siquiera la policía es profesional. Todo funciona gestionado por los propios vecinos, ellos se turnan para ejercer los diferentes trabajos comunitarios, ellos deciden quién, cuándo y cómo. Llega el punto en el que el pueblo hace las veces, incluso, de jueces y verdugos, llegado el caso. No es extraño que si algún narco o delincuente habitual se deja caer por uno de estos pueblos para hacer de las suyas, acabe decapitado, castrado, desollado o apaleado, según la fechoría.

Está claro que este sistema no es perfecto, tiene sus luces y sus sombras. La justicia funciona a base de escarmientos, pero si el que ostenta la representación política roba se le hace devolver todo lo robado y el escarnio público llega a extremos que ríome yo de los escraches españoles.

Por otra parte, la inversión extranjera no es bienvenida, muestra de ello es este cartel. Temen principalmente a los chinos, y su principal argumento es que en un litigio frente a un extranjero siempre saldrá ganando éste. Nos quedamos con las ganas de comprarnos un terrenito.

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Es aquí, en Oaxaca, donde nos encontramos por primera vez con los «taxis comunitarios», a precio de autobús. Una idea que deberíamos importar a España, y que nos acompañarán en los próximos países. Consejo: nunca te sientes en el asiento del copiloto porque puedes acabar sentado sobre la caja de cambios, ya que en la próxima parada se te sentará al lado María con su caja de verduras.

Por aquí, como por todo México, son muy bebedores de cerveza; desde por la mañana, manejando, en la plaza, en el bar o paseando por la calle, no importa.  Y es que son muy, muy fiesteros. Todo lo celebran, todo es motivo de emborrachamiento, incluso los funerales. Pero es cuando las chicas cumplen sus 15 años una  de las fiestas más celebradas en México, y en toda América Latina; y resulta curioso que si no tienen recursos para contratar un local, simplemente cortan la calle y lo celebran a lo grande. Los vecinos no protestan por eso.

En México la situación política está bastante caliente, y cuando estuvimos en Oxaca, los maestros estaban acampados en el Zócalo. Una reciente reforma educativa, agrabada con la ejecución de 43 estudiantes, los tenía bastante alterados. Aprovechando las protestas, una importante horda de vendedores ambulantes tenían tomada la plaza y alrededores, desluciendo bastante la belleza de esta parte de la ciudad. Además, por si fuese poco, el gremio de taxis también estaba en efervescencia, cortando avenidas, volcando y quemando coches, y esas cosas que hacemos los humanos llevados por la desesperación. Al jefe de uno de los sindicatos se lo llevaron en una furgoneta, cosa que ni siquiera la familia que estaba presente pudo evitar, y no sabemos cómo ni cuándo aparecerá. Por desgracia, estas cosas son muy comunes por acá.

Con tanta protesta y corte de tráfico, no fué nada fácil hacer un par de excursiones que teníamos en mente. Se convirtió en una odisea, pero finalmente pudimos visitar dos de las más significativas atracciones de Oaxaca: El Árbol del Tule y las cascadas petrificadas de Hierbe el Agua.

Se supone que el Árbol del Tule es el más grande del mundo por su diámetro, que no por su altura. Pero tampoco es que nos pareciera nada del otro mundo. En un principio eran varios árboles que acabaron siendo uno solo. Se encuentra localizado en el atrio de la iglesia de Santa María de la Asunción.

Hierbe el Agua sí nos pareció algo de otro mundo. Es alucinante. Una vez más nos encontramos con un hermoso regalo de la naturaleza, de esos que no te dejan indiferente. Las cascadas se petrificaron como consecuencia de la cantidad de sedimentos que transporta el agua. Y también este agua ha dado lugar a la creación de piscinas naturales. Espectaculares. Sin lugar a dudas, un lugar imprescindible en Oaxaca.

Quedamos impresionados por las gentes, las costumbres y la naturaleza de este estado. Llegamos a pensar que este sería el punto álgido de México. No sabíamos lo que nos esperaba en Chiapas…

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