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SURFEANDO AUSTRALIA

LLegamos al Aeropuerto de Melburne bastante cansados, algo confundidos por el jet lag, y … ya sabéis lo que pasó: perdimos el equipo de fotos. No quiero volver a contar la historia, ni revivirla, ni menear más la mierda, pero es que la tragedia condicionó muy mucho nuestras primeras semanas en Australia. Parecía que todo salía mal o peor. No teníamos respuesta de HelpX, las guesthouses carísimas, perdiendo torneos de póker, experiencias couchsurfing desastrosas… y tristes, llenos de ira, de nostalgia y de esperanza, recorrimos las calles de Melburne intentando no pensar ni hablar de lo mal que nos iban las cosas. Se sintió y se supo que Melburne es una ciudad especial, pero no se disfrutó  en absoluto.

Entonces obtuvimos nuestra primera experiencia HelpX, y luego otra y otra. Y así pasamos casi todo el tiempo en Australia, exceptuando unos días de viaje que compartimos con Sebastian y Carolina en su autocaravana, y unos días que gastamos en Sidney, donde nos encontramos con Stef, que estuviera en casa años atrás.

Warren y Sheryl nos abrieron su casa y sus corazones, y nos dieron una primera experiencia HelpX alucinante. Con ellos nos dimos cuenta de que la vida continúa, de que el viaje continúa, y nos quedaban experiencias maravillosas y no tan maravillosas por venir. Poco trabajo tuvimos que hacer en su casa: weeding, un poquito de pintura, un poquito de esto y otro poquito de aquello. Luego a disfrutar de la compañía, de las conversaciones llevadas por el vino, de las clases de póker a Harry, de las siestas… ¡Beautiful!

Y surfeamos Tess y Grahan’s place. Esta pareja vive en mitad de la nada, en una especie de resort. Es un sitio muy chulo, con clientes estupendos y trabajos gratos. El desayuno, el tea time de por la mañana, el almuerzo, el tea time de por la tarde y las cenas, además de para degustar las comidas más exquisitas, eran una excusa para divagar en conversaciones filosóficas, metafóricas, y muy muy divertidas. Apenas recién llegados el primo hermano de Cocodrilo Dundee ya nos decía:
No restrictions. There is no restriction here, you can go wherever you want, you can take whatever you want. No restrictions.
Una semana después, ellos se tenían que marchar a una reunión  familiar en Melbourne. Nos ofrecieron quedarnos en Payne’s Hut. La idea nos tentó, estábamos realmente bien allí, pero nos dió miedo quedarnos a cargo de lo que era el sueño de aquella beautiful pareja.

Tomamos la decisión de irnos a Buchan, a la backpacker de Dick. Y como fué una decisión tomada a partir del miedo, el resultado fué nada más que regular. Nos tocó limpiar lo que no se había limpiado en años. Dormíamos en literas, en habitaciones de 20 literas, aunque siempre solos, la clientela brillaba por su ausencia. Nos vimos obligados a comer la misma pasta con la misma salsa cinco días seguidos para almorzar y cenar. Deseábamos irnos, pero como era un pueblucho de tan solo 150 habitantes no había autobuses en una semana, así que nos preparábamos para hacer dedo. Gracias al facebook contactamos con Sebastian & family (nuestros couchsurfers en Varsovia) y vinieron a rescatarnos. Pero no todo fué malo allí, entre otras cosas, tuvimos nuestro primer contacto de cerca con canguros. ¡Beautiful!

Cuando llegamos a casa de Wiky no sabíamos que íbamos a surfear todo el valle de Webbscreek y todo el valle de McDonald, y es que por aquí nos han utilizado a su antojo, llevándonos de aquí para allá, de casa de uno a casa de otro.  Ha sido casi un mes y medio en el que hemos profundizado en el bush australiano, conociendo gentes alucinantes, bebiendo agua de lluvia, cagando en báteres de compost, recogiendo sobre la marcha las verduras que íbamos a comer, montando a caballo, conviviendo con arañas, serpientes, lagartos, possums, wallabies, antechinus y todo tipo de fauna salvaje. Hemos talado árboles, arreglado tejados y caminos, reparado jaulas de pollos y toda clase de curros que os podáis imaginar. Hemos reído muchísimo, hemos conversado sobre los temas más profundos y sobre los más banales, hemos ido a fiestas y nos han echado, hemos conducido por la izquierda, fumado marihuna… y todo eso nos ha hecho muy muy felices. Pero…

…Pero el fantasma de la cámara continuaba levitando por nuestras mentes.

¿Por qué la perdimos? … y ¿para qué ?.

El porqué está clarísimo: aquí, mi compañera y yo tuvimos exactamente el mismo despiste, exactamente en el mismo instante, el que bastó para «perderlo todo».

Y…¿para qué?

Estuvimos más de dos meses viviendo sin vivir en nosotros porque no éramos capaces de encontrar la respuesta. En cada lugar al que llegábamos, a cada persona que conocíamos le contábamos la misma película, un poco para desahogarnos, y otro poco con la esperanza de encontrar a alguien que nos diese una razón que justificara el desastre.

Llegábamos al final de nuestro paso por Australia y nos marchamos a casa de René. Él estaba interesado en la realización de un vídeo y nosotros nos interesamos mucho por su trabajo como terapeuta. El trato era que él mediría las energías de nuestros cuerpos y yo le daría algunos tips para la producción de un vídeo. Al final le hice el vídeo al estilo compradre. Nunca jamás, en catorce años de profesión, he visto a nadie tan contento por un trabajo. Lo podeis ver aquí.

Pero, sin avisar y de improviso, nuestra última noche en Australia resultó mágica. Conocimos a Sylviane. ¡Qué mujer más increíble!. Ella fué capaz de darnos la respuesta que tanto habíamos buscado, pero ésa nos la reservamos para nosotros. Nos abrió los ojos, y ahora lo veíamos todo desde una nueva perspectiva. Ahora estábamos preparados para aceptar el ofrecimiento que nos habían hecho anteriormente para comprar la cámara y habíamos rechazado. A veces resulta increíble como pueden cambiar las cosas en un sólo instante: lo ves todo envuelto en tinieblas, parpadeas y… ¡plaf!. Todo es ahora luz.

Amigos, nos vemos en las Américas.

SURFEANDO LAOS

Pensábamos que cualquier cosa sería mejor que China, pero a Laos llegamos con un poquito de miedo por aquello de poder encontrarnos más de lo mismo. Pero no, en absoluto. Laos es un país auténtico. Hemos encontrado bastante turismo, pero de ése que no chirría los dientes, en su mayoría mochileros, respetuosos con las costumbres, las gentes y la naturaleza del país. No es el mejor destino si lo que buscas es desparrame, fiesta y locura. Aquí se viene a mezclar uno con las gentes de los pueblos, con la jungla, los animales… La vida nocturna es casi inexistente, teniendo en cuenta que vida nocturna se puede considerar de siete de la tarde a doce de la noche. A partir de las diez ya es difícil encontrar nada abierto, pero a las cinco de la mañana empieza la vida.

Hemos visitado Luang Namtha, Oudomxay, Luang Prabhang, Vang Vieng , Vientiane, Champasak y Pakse. Las dos primeras semanas nos acompañaron las lluvias monzónicas, no es que nos importe demasiado que nos llueva, más bien nada, a estas alturas, pero hay que reconocer que se desluce un poquito el viaje. Por otro lado, cuando no llueve hace un calor del copón, y al final no sabe uno si prefiere acabar empapado en agua o empapado en sudor.

Lo ideal por estos lares es hacer trekking, pero a Alma, eso de caminar durante horas por la jungla como que no. Así que lo que hicimos fué explorar pequeñas aldeas, a las que llegábamos por caminos intransitables, comer, o tratar de comer, en lugares inhóspitos donde seguramente ningún guiri había ido a parar jamás.

El couchsurfing en Laos apenas funciona, y los pocos que hay están en la capital, de modo que decidimos intentar nuestra primera experiencia en Helpx, y en Luan Prabhang nos contestaron. Buscamos «La pistoche», una piscina con bar regentada por Nathalie. Pero para nuestra desgracia no tenía nada interesante que ofrecernos, bueno, algo sí que tenía, el contacto de un tipo canadiense que tenía un resort a media hora de la ciudad.
– ¿Os interesa?
– Síííííí
Dos días después estábamos en Zen Namkhan Boutique Resort, fantástico lugar en mitad de la jungla, para reparar la instalación eléctrica del complejo, traducir su web al castellano, inventariar la lencería del hotel y  hacer todo aquello de lo que fuésemos capaces, eso sí, a ritmo de Laos, tranquilamente, sin prisa pero sin pausa. Era nuestra primera experiencia en Helpx, y también para Luc y para Moon, por lo que al final casi resultó una experiencia de amistad más que de intercambio de «intereses». Yo, concretamente, encontré en Luc a uno de los míos, y cada tarde nos juntábamos en la mejor cabaña para charlar, «fumar» y beber gintonics. Podíamos haber estado un mes, o un año, o dos…, pero el propósito de este viaje es darle la vuelta al mundo, y cada país tiene su tiempo limitado (por las visas). A la semana nos fuimos. No echaremos de menos a los mosquitos, las hormigas carnívoras, las  superarañas y todo tipo de insectos king size con los que convivimos y compartimos dormitorio. Nunca olvidaremos a San, a Meng, a Monk y todo el staff con el que compartimos momentos deliciosos.

Por el camino, hemos visitado cascadas, templos, junglas, ruinas milenarias, mercados nocturnos y diurnos, y, por supuesto, el rey de Laos, el río Mekong, que lo atraviesa de norte a sur y  resulta impresionante en cada rincón que lo descubres. Hemos pasado un montón de horas en autobuses locales, aunque no hayamos hecho demasiados kilómetros. Hemos dormido en habitaciones de ensueño y en otras frías y tristes, pero en ninguna parte nos hemos encontrado un Meliá, Hilton, Mcdonalds, Starbucks, KFC, Zara, Louis Vuitton o cualquier tipo de corporación transnacional chupasangres. No los tienen y no los necesitan, quizá los conozcan,  incluso álguien los pueda desear, pero he podido ver como consumen sus propios alimentos, manufacturan sus vestidos y son la mar de felices. De la Cocacola no nos libramos.

Y como siempre, hemos conocido gentes alucinantes. Unos pocos españoles se nos han cruzado en el camino y, la verdad, es que todos han sido de lujo. Quizá es porque ya llevamos seis meses viajando, y han sido tantos los «hola y adiós», que hemos aprendido a vivir intensamente los encuentros, máxime cuando nos une el idioma.

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Me voy de Laos enamorado de Vientiane, la capital, no porque tenga mucho que ver, porque la verdad es que ofrece muy poco en lo que se refiere a interés monumental, museístico, arquitectónico y esas cosas que hacen de las ciudades destinos ineludibles. Me enamoré de su calma, del tráfico lento, de la amabilidad de la gente y de sus noches mágicas. (No tiré ni una sola foto)

Es momento de que os vengais pa Laos, no porque nosotros nos vayamos, sino porque sobre toda su pureza planea la sombra de un imperio capitalista llamado China, porque ya se pueden adivinar vestigios de una industria turística que , ojalá me equivoque, convertirán este bello país en otro prostíbulo del Sudeste Asiático.