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SURFEANDO PANAMÁ (Primera Ola)

Si Costa rica fué un visto y no visto, Panamá resultó ser todo lo contrario… ¡Cuatro meses fueron!.

Todo empezó en Bocas del Toro, la capital de Isla Colón, un destino idealizado, un punto obligado en nuestro camino. Su arquitectura caribeña de casistas de madera sobre pilotes y su población principalmente negra hacen de Bocas del Toro la Jamaica de Panamá.

Los bocatoreños no son especialmente abiertos, amables o simpáticos. Ignoran bastante a los turistas, a no ser que vean la forma de sacarle dinero, sólo en ese caso empezarán las sonrisas. Hablan su propio idioma, créole panameño, es una mezcla de inglés mal hablado con algunas palabras en español; es ininteligible, no hay dios que se entere de lo que dicen. Claro, que hay tanto chino como negro, porque todos los supermercados son de chinos. A diferencia de España, aquí los chinos contratan locales para trabajar. Los súper son de chinos, las tiendas de muebles de españoles y los hoteles o restaurantes son de europeos o gringos, muchos de ellos judíos. Hay muchísimos judíos en Bocas.

Llegamos a Bocas un día de lluvia. Y al día siguiente llovió, pero en cuanto escampó un poquito nos fuimos a la archiconocida Playa de las Estrellas. Y nos entusiasmamos. Después de tanto aguacero descubrimos una playa estupenda, tranquila, hermosa y con decenas de estrellas de mar.

Y el entusiasmo nos animó a contratar un tour para el día siguiente. Y apenas salíamos rumbo a lo que sería un día fantástico, empezó la lluvia. Y ahí comenzó la pesadilla, cosa que hay que agradecer a nuestro capitán, a quien su dilatada carrera no le permitió ver la que se nos venía encima.  Fueron cuatro horas empapados, calados hasta los huesos, algunos llegando, incluso, a la hipotermia, donde una bolsa de basura cotizaba más que las acciones de Apple (entiéndase que las bolsas eran usadas a modo de chubasquero). Así que tras una dura negociación, a mitad de tour nos regresamos y quedamos emplazados de nuevo para el día siguiente, con la esperanza de encontrar un día soleado y apacible. A pesar de todo, nos reímos bastante y, como anécdota, ahí queda.

Y al día siguiente pudimos completar el tour, que en definitiva es esto:

Avistamiento de delfines
Pudimos vislumbrar apenas un poquito de la espalda de lo que supuestamente eran dos delfines, pero estaban tan lejos que podrían haber sido besugos, o atunes, o vaya usted a saber…

Panamá-46 [LOW]

Snorkeling
Apenas dí la primera zambullida le dije a Alma: «No merece la pena que gastes las lentillas.»

Panamá-68 [LOW]

Almuerzo
Nosotros llevábamos el nuestro, el de a diario: lata de salchichas picantes y lata de sardinas picantes. Algunos comieron langosta, pero al parecer era todo cáscara. Eso pasa por no comprar sardinas, ellos se lo perdieron.

Panamá-47 [LOW]
Camino al restaurante.

Cayo Zapatilla
Reserva natural. Un paraíso donde está prohibido adentrarse por razones de seguridad (los bichejos y esas cosas). Allí se arma la pelotera con todos los demás tours. Fué allí donde se grabó yo no sé qué edición de supervivientes.

Pero para nosotros quedará en el recuerdo por haber presenciado esta maravilla de la naturaleza.

Avistamiento de osos perezosos
Con suerte los ves. Con mucha suerte además se mueven, muuuuy despacio. Eso sí, los verás desde el barco, porque viven en los manglares.

Con tres días en Bocas nos dimos por más que satisfechos y partimos destino a Ciudad de Panamá. Debido a las largas distancias, en el camino hicimos parada en la ciudad de David y allí fuímos recibidos por Hugo, paisano de Albacete, quien ya nos ponía en aviso sobre la forma tan particular de trabajar de la gente de por acá. Por cierto, David no tiene nada interesante, cero, conjunto vacío.

Panamá-88 [LOW]
Con Hugo.

Y llegamos a Panamá City. La ciudad no está mal del todo, tampoco es súper, pero un par de días se pueden pasar por allá. Nosotros estuvimos en feriado, lo que es malo, pues cierran todo, no venden alcohol y todo se vuelve un poco aburrido. Aún así anduvimos para ver la Ciudad Vieja, desde afuera, eso sí, porque el precio se nos antojó prohibitivo para visitar un montón de piedras. Por supuesto, visitamos el Canal, que, la verdad, es que es alucinante. Muy recomendable. Nos comimos un «pescado a lo macho» en el mercado de mariscos y buscamos torneos de póker por todos los casinos de la ciudad. Lástima que no había.

Y mientras debatíamos en el Hotel «Red Room» acerca de la vida y sus más y sus menos, una ola nos hacía volver hacia atrás, teníamos un correo del helpX de Boca Brava:

– ¡Ostia, que nos ha contestado el de Boca Brava!
– ¡Dile que si nos paga el viaje vamos!

Y en un minuto, en menos de un minuto, pasamos de comprar unos billetes a Colombia, a unos de autobús a Horconcitos, a dónde pusimos rumbo para vivir nuestra segunda ola en Panamá.

SURFEANDO HAWÁI, SAN FRANCISCO, L.A. Y LAS VEGAS

Aterrizamos en Honolulu a las seis de la mañana, y no salimos del aeropuerto hasta bien pasadas las diez. Nos retuvieron, nos interrogaron, nos registraron exhaustivamente por razones desconocidas. Nosotros suponemos que se asustaron porque anduvimos por Rusia, China y algún que otro país comunista o musulmán. Sospechoso, ¿verdad?.

Por lo que respecta a Hawái, tan solo conocimos Honolulu, con su Waikiki Beach y su Pearl Harbor. Nos resultó bastante insípido, la verdad. Las playas no son como las venden en las películas, el agua está muy fría y las olas son imposibles, a no ser que seas surfero, claro. Es todo carísimo y está demasiado turisteado, por lo que resulta imposible encontrar un remanso de paz donde «vivir hawaianamente la vida». Pearl Harbor, por su parte, no deja de ser un canal para difundir la más que consabida propaganda americanista, donde en lugar de mostrar los horrores de la guerra tratan de ensalzar a sus soldados como auténticos héroes que hicieron el más grande sacrificio por su país: soldados que murieron mientras dormían en un barco de guerra… Héroes, honor y patria… Bullshit.

En San Francisco estuvimos una semanita, la pasamos griposos, pero aún así disfrutamos bastante. Nos quedamos en casa de Rob y aprovechamos para hacernos con un nuevo equipo de fotos. ¡Guay!

La ciudad es chula, con sus cuestas, sus tranvías, su pier 39, sus leones marinos, su Golden Gate y su Alcatraz. Pero lo más divertido de San Francisco es su fauna humana: son abiertos, no demasiado patrióticos, liberales, con inquietudes culturales y un sentido de la moda bastante particular. En una ocasión nos topamos de lleno con un viejo en pelotas, bueno, casi en pelotas, porque el único atuendo que llevaba era una especie de taparrabos, mínimo, algo así como un condón de lana que le tapaba también sus huevos. Fué bastante como de susto. Hay cientos de músicos en la calle, y son muy buenos. Por supuesto, la «comunidad gay» está muy presente.

La visita a Alcatraz está rechula, hay audioguias en castellano y la narración es en primera persona por guardias y presos que estuvieron allí, eso lo hace muy especial. Lo único que me decepcionó de la prisión fué saber que «Birdman» nunca tuvo un pájaro en Alcatraz, y además era malo malísimo, de los peores psicópatas que pasaron por allí… con lo majo que se veía al Burt Lancaster… Una larga enfermedad lo tuvo confinado casi todo el tiempo en las celdas de la enfermería. No a Burt, a «Birdman«, of course.

Los Ángeles es feo, feo, feísimo. El centro se salva un poco, pero aún así no tiene nada especial, algún edificio interesante, pero nada del otro mundo.

Otro mundo es lo que pensábamos que encontraríamos en Hollywood, pero no. He visto más glamour en una boda gitana. Todo está caduco: indigentes, locos y borrachos, tiendas de lencería hortera y 3.000 estrellas en el suelo, estrellas que han de pagar los propios estrellados a razón de 30.000 dólares.  Se salva un poco la entrada del Teatro Chino por aquello de las huellas en el cemento. Eso mola.

Sunset Boulevard es requetelarga. Lo más interesante que encontramos, y por sorpresa, fué, sin duda alguna, el museo Psiquiatría: Industria de la muerte. Allí nos confirmaron los desatres de la psiquiatría en todo el mundo, especialmente en USA. Curiosamente en Hollywood muchas estrellas se han suicidado justo después de visitar a su psiquiatra, entre ellas Marylin Monroe, Ernest Hemingway o Judy Garland.

Hicimos un tour por Mulholland Drive, Beberly Hills y alrededores, donde pudimos ver, desde fuera y sin bajarnos de la furgonetita, las casas de muchos de los más famosos, aunque la mayor parte de ellas sólo se podían adivinar detrás de las inmensas vallas y enormes setos. También vimos las localizaciones de películas que están en la ruta;  esa parte está muy chula.

Beverly Hills es como un estado independiente dentro de Los Ángeles, las calles están diseñadas a conciencia, donde todo es perfecto: la alineación de los árboles, las bocas de incendios plateadas, hasta el aire corre en diferente sentido. En el trozo de Sunset Boulevard que atraviesa Beverly Hills están localizados los garitos y restaurantes propiedad de los famosos del séptimo arte, donde los precios son astronómicos. Nos hubiera gustado tomarnos algo en el bar de Johnny Depp, y pasar la noche en el hotel de Leonardo DiCaprio, después de una noche loca en el club de Cindy Crawford. Otra vez será. Y así llegamos a las tiendas de las marcas más exclusivas, donde cabe destacar al sastre del mismísimo Barak Obama, una cita en su apretada agenda cuesta nada menos que 1.200 dólares.

Conocer unos estudios de cine era algo así como obligado, así que nos decidimos a pagar los 53$ que costaba la visita a la «Paramount«. Mala decisión. Quizá es porque fuimos en finde y estaba todo bastante vacío, pero resultó aburridote. No es que sea un fake, pero no vale su precio, desde nuestro punto de vista. Está simpático el decorado de New York, y es interesante tomarse una foto en la tienda donde Audrey Hepburn roba en Desayuno con diamantes, pero la visita no dá mucho más de sí. No deja de ser un gran complejo de grandes naves. Y el tour te lleva a estudios donde se graban algunas comedias americanas que a nosotros ni nos van ni nos vienen. Tienen unas pocas estatuillas de los Oscars ganados, pero están en una vitrina y no se pueden tocar, así que te muestran una réplica para que compruebes su peso, pero no es lo mismo.

¿Hubiera sido mejor elección la visita a otros estudios? No íbamos a caer otra vez en la tentación, así que nos fuimos a Las Vegas.

Un único propósito nos llevó a la ciudad de los casinos: jugar al póker, jugar hasta ganar 15.000$. Viajar entonces por el Cañón del Colorado en helicóptero, alquilar un Masserati, ir al Cirque du Soleil, comer en un restaurante caro y continuar con nuestro viaje de mochileros miserables. Empezamos ganando, y luego ganamos otra vez, y otra, y otra… y luego perdimos, y perdimos y seguimos perdiendo… Nos fuimos como llegamos, pero muy orgullosos de haber sido capaces de financiarnos una semanita completa de juegos, comidas y hoteles.

Hay que reconocer que un poquito desilusionadetes sí que nos subimos en el autobús que nos llevaría a Tijuana, pero felices de regresar a países económicos y de volver a hablar español. Pero eso será otra entrada.

SURFEANDO HONG KONG Y MACAO

Lo primero que llama la atención de Hong Kong, al menos al llegar por tierra, es lo fácil que resulta: te subes en un metro en China y en apenas cinco minutos te bajas en HK.  Hay que cruzar una frontera, sí, pero resulta increíblemente sencillo, rellenas el papelito de marras, enseñas el pasaporte y listo, tres meses de permiso sin pagar ni un duro.

Lo segundo que llama la atención es que con el inglés te manejas de maravilla, casi todo el mundo lo habla, aunque sea con poco nivel y acento chino cantonés; después de pasarlas putas en China os garantizo que es gloria bendita.

Íbamos en metro dirección al barrio de Wan Chai a buscar un hostel baratito, pero en las estaciones hay wifi gratis, y esto es lo tercero que nos llamó la atención, además la calidad de la wifi es más que aceptable, así que checkeamos el mail en busca de la respuesta tardía de algún couchsurfer, pero no había, de modo que nos pusimos a buscar una guesthouse online. Descubrimos que en HK todas están en el mismo lugar, un edificio de 29 plantas con cinco bloques, la Chungking Mansions. En cada planta de cada bloque puedes encontrar como seis hostels, casi todos  ellos regentados por indios o turcos que ya te acosan a la entrada ofreciendo camas. Al principio choca un poco, casi diría que dan mal rollo, pero enseguida te acostumbras a ellos. En mi caso ellos también se acostumbraron a mí, el segundo día ya era conocido como el español o pokerman. El tercero ya no me ofrecían ni cama, ni hachís, ni marihuana, ni chicas, ni cocaina; me ofrecían cigarros y nos reíamos juntos en la puerta. Y es que la Chungking Mansions es lo cuarto que nos llamó la atención, hay que visitarla si vas a HK, los bajos están llenos de tiendas de todo tipo y restaurantes indios y turcos, con precios muy razonables y, en algunos casos, exquisitos paladares.

Nos fuimos a la playa a pasar el día, aunque nos fuimos ya bastante entrado el medio día y, entre pitos y flautas, llegamos a última hora de la tarde a una playa bastante fea, pequeña y, sobre todo, atestada. Me río de Benidorm en agosto. En el autobús encontré un iPhone, nos las averiguamos para contactar con el dueño y devolvérselo al día siguiente. Nos querían dar un dinerillo como recompensa. Os podréis imaginar que no lo aceptamos, ¡sólo estamos devolviendo un móvil que no es nuestro, coño!.  Durante la charla y los agradecimientos nos interesamos por saber como se ganaba la vida por aquellos lares una americana, y en un abrir y cerrar de ojos Alma tenía una entrevista de trabajo para dentro de dos días. ¿Os lo podéis creer?, nos salió, le salió a Alma trabajo en HK. Se desestimó por ser para un año como mínimo.

Visitamos al proctólogo en una clínica privada. No os daré detalles porque supongo, espero y deseo que si pasáis por HK no lo visitéis nunca. Muy amablemente el hombre nos explicó el problema y la solución: nos animó a operarnos, pero endemientras nos mandó algunos medicamentos y pomadas. La consulta ascendió a 100€ y la operación rondaba los 3.000€, cosa que nos anima a continuar con los remedios caseros.

Cuando llegamos a HK nos embriagamos de ella, pero al poco resulta aburrida. Por muy suntuosos, lujosos, hiper-megagrandes y postmodernos que sean sus edificios y centros comerciales (los hay por decenas), nos aburren; aunque hay que decir que lo quinto que nos llamó la atención es que puedes cruzar varias cuadras sin pisar la calle, y es que entre centro comercial y centro comercial hay pasadizos, a veces subterráneos y a veces volados, y casi siempre con aire acondicionado. Es cierto que las vistas de la bahía son espectaculares, especialmente por la noche, es lo sexto que nos llamó la atención; aunque el espectáculo de luz y sonido que ofrecen cada noche a las ocho en punto es bastante pobre, cosa que me llamó extraordinariamente la atención, esperaba mucho más. Poco más de esta ciudad, pelín aburrida, demasiado calurosa y sensiblemente cara para lo que estamos acostumbrados. Así que nos fuímos a Macao.

En la antigua colonia portuguesa lo primero que llama la atención son los indicadores y letreros, están en chino y en portugués, o lo que es igual, ¡en cristiano!.

La ciudad no da para mucho más de un par de días. Un día para pasear por el casco antiguo, visitar los barrios coloniales y las ruinas de San Pablo, de las que, por cierto, sólo queda el frontal de la fachada. La verdad, siendo españoles como somos y teniendo lo que tenemos en España, no resulta demasiado espectacular, aunque los chinos lo flipan, y se puede entender.

Y otro día para visitar alguno de los muchísimos casinos que hay. Super hoteles rodeados del más hortera de los lujos y mega casinos llenos de chinos jugando al Baccará como locos. Nosotros visitamos los que tenían poker room y el famoso «Venetian» (el edificio más grande de Asia y tercero más grande del mundo). Me inscribí en un torneo del PokerStars Live, en el casino del complejo «The city of Dreams», y aunque una mala jugada me sacó del torneo en la burbuja (esto es justo antes de conseguir premios), fue muy enriquecedor jugar con chinos y americanos. Y me llenan de orgullo los elogios a mi juego por parte de los que consideré muy buenos jugadores de póker. Otra vez será.

Nos volvemos a China, con los problemas hemorroidales al menos «dormidos» de momento, y con muchas ganas de disfrutar un poquito del país.