SURFEANDO MOSCÚ

Hablar de Moscú después de haber visitado San Petersburgo es como hablar de Telepizza después de haber cenado en el Bully…

Veníamos con sólo tres objetivos turísticos: el metro, la Plaza Roja y la catedral de San Basilio. Por lo demás, Moscú era sólo el punto de partida del Transiberiano.

El metro está muy bien, si lo comparamos con el de San Petersburgo empatan. Aunque en Moscú es bastante más confuso, más caro y, lo peor de todo, no hay una sola palabra en cristiano.

La Plaza Roja es muy bonita, como su propio nombre indica, porque lo de roja no son tintes comunistas, ni sangre derramada en ninguna batalla ni nada por el estilo, es un juego de palabras en ruso, de modo que su significado literal es Plaza Bonita.

La Catedral de San Basilio está allí, al fondo de la Plaza Roja, sólo es comparable con la Catedral del Salvador de la Sangre Derramada en San Petersburgo. Por fuera, pudiéramos darle un empate, pero el entorno de San Basilio es mucho más bonito, aunque por dentro pierde. La catedral está conformada por nueve iglesias distintas, son como pequeñas capillitas unidas por estrechos pasillos y recovecos. Muy recomendable, pero menos espectacular que la de la Sangre Derramada.

Lo más interesante de Moscú está en la Plaza Roja y sus alrededores: iglesias, catedrales, monumentos, teatros, museos, bibliotecas y, por supuesto, el Kremlim, que no es el Kremlim de Rusia, es el de Mocú, y es que «Kremlines» hay muchos a lo largo de las repúblicas que conforman Rusia.

Y así pasamos cuatro días paseando por Moscú; a veces solicos, a veces con Alexander, nuestro anfitrión, a veces por el día y a veces por la noche, por la parte antigua y por la postmoderna, a pie y en coche. Un día, incluso, nos subimos en una noria. Si alguna vez vais a Moscú, que merece la pena, hacedlo antes que a San Petersburgo, y no dejéis de probar los «Chebureki» en un bar al estilo soviet (no fotos).

Nos despedimos de la ciudad a bordo del Transiberiano, pero eso será otra entrada…

SURFEANDO SAN PETERSBURGO

¡Y llegamos a San Petersburgo!.

Esta ciudad es probablemente el primer destino soñado de nuestra aventura, donde poner en práctica el poquísimo ruso que fui capaz de aprender antes de la partida. ¡Y menos mal que lo aprendí!. Leer cirílico lleva su tiempo, pero soy capaz de descifrar los nombres de las estaciones de metro, los precios de un café con leche o un capuchino; tengo capacidad para elegir entre un shawarma o una ensalada, puedo pedir los tickets de metro en la ventanilla, y lo más importante, puedo decir «No le entiendo, no hablo ruso» a todas horas; es bastante divertido.

Quisiera encontrar un calificativo para esta ciudad, llevo un rato delante del ordenador sin encontrar la palabra adecuada, y mira por donde, me viene una en ruso: «вкусный» (se dice Kusna), y viene a ser algo así como «delicioso». ¡San Petersburgo es deliciosa!. Nos encanta.

Nos encantan los edificios del centro. Son todos antiguos palacios de la aristocracia rusa, hoy, casi todos, convertidos en museos o administraciones, según el caso.

Palacio de Invierno (forma parte del Museo del Hermitage).
Palacio de Invierno (forma parte del Museo del Hermitage).
Plaza del Palacio.
Plaza del Palacio.
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Ribera del río Neva.
Palacio de Petergoh.
Palacio de Petergoff.
Interior del Palacio de Peterhog.
Interior del Palacio de Petergoff.
Interior del Palacio de los principes Yusupov.
Interior del Palacio de los príncipes Yusupov.

Nos encantan los barrios periféricos, con modernos edificios occidentales o antiguos de los «Soviet times», según el caso.

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Nos encantan los ríos que la cruzan, los grandes como mares o los pequeños como canales, según el caso. También nos encantan los puentes que los cruzan.

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Nos encantan las iglesias, ortodoxas, luteranas o católicas, según el caso. Y por supuesto, las catedrales.

Catedral de la Virgen de Kazán.
Catedral de la Virgen de Kazán.
Interior de la Catedral de la Virgen de Kazán. (Foto prohibida)
Interior de la Catedral de la Virgen de Kazán. (Foto prohibida)
Catedral de el Salvador sobre la Sangre Derramada.
Catedral de el Salvador sobre la Sangre Derramada.
Nosotros frente a la  Catedral de el Salvador sobre la Sangre Derramada.
Nosotros frente a la Catedral de el Salvador sobre la Sangre Derramada.
Interior de la Catedral de el Salvador sobre la Sangre Derramada.
Interior de la Catedral de el Salvador sobre la Sangre Derramada.
La Iglesia Luterana de San Pedro. (aunque no lo parezca, en los "soviet times" los comunistas tenían aquí montada una piscina)
La Iglesia Luterana de San Pedro. (aunque no lo parezca, en los «soviet times» los comunistas tenían aquí montada una piscina)
Catedral de Peterhof.
Preparando un pícnic frente a la Catedral de Peterhof.
Interior de la Catedral de San Pedro y San Pablo.
Interior de la Catedral de San Pedro y San Pablo.
Panteón del zar Nicolás II, su familia y sus fieles criados.
Panteón del zar Nicolás II, su familia y sus fieles criados en la Catedral de San Pedro y San Pablo.

Nos encantan los parques, grandes como bosques o pequeños como jardines, según el caso.

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Nos encantan los monumentos que hay salpicados por toda la ciudad, de los que sabemos el significado y a quién representan o de los que no tenemos ni idea, según el caso.

La columna de Alejandro.
La columna de Alejandro.
Columna rostral en el Cabo de la Isla Vasilievsky.
Columna rostral en el Cabo de la Isla Vasilievsky.
Pedro el Grande.
Pedro el Grande.
El Caballero de Bronce (estatua ecuestre dedicada a Pedro el Grande).
El Caballero de Bronce (estatua ecuestre dedicada a Pedro el Grande).

Nos encanta la gente por la calle, jóvenes, viejitas o borrachos, según el caso.

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Rusos al sol en el embarcadero del Fuerte de San Pedro y San Pablo.

Nos encantan las estaciones de metro, las de la línea 1 o las de otras líneas, según el caso.

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Y por supuesto, y como siempre, lo que más nos ha encantado ha sido las personas con las que hemos convivido, sean familias completas con modernos apartamentos o solteros compartiendo pisos antiguos, según el caso.

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Tatyana haciendo pancakes para desayunar.
Surfeando el sofá de Serge y familia.
Surfeando el sofá de Serge y familia.

No nos gustan los escupitajos en la calle, en ningún caso.

SURFEANDO LETONIA Y ESTONIA

En Riga, Letonia, paramos en casa de Edmunds, tanto es así, que casi no salimos. Un poco porque estábamos resfriados, otro poco porque estábamos realmente a gusto, y otro poco, por qué no decirlo, porque somos bastante perros y nos encanta perrear.

Edmunds es artista, en toda la extensión de la palabra, aunque lo que más hace es pintar. Desciende de familia de titiriteros, fabrica sus propios títeres y viaja ganándose la vida con performances callejeros. Hablando con él sobre nuestro proyecto de viaje, nos sugirió hacer pompas gigantes de jabón, a él no le salió del todo mal en su época de Berlín, y estuvimos practicando. Cool!

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Haciendo pompas de jabón en la oscuridad.
Vive en una antigua casa verde de madera del siglo XIX, la misma en la que vivieron su madre y su abuela,  pero como no le gusta estar solo tiene alquiladas las habitaciones, así que vive con Maija, Andris y Roberts. Los cuatro son como una familia, se llevan de maravilla, hacen vida común en la cocina (el salón lo teníamos nosotros ocupado), y estando con ellos no sentimos en ningún momento la necesidad de salir a conocer la ciudad, a fin de cuentas, lo que más nos gusta de los lugares que surfeamos son sus gentes, y estos cuatro personajes tenían tanto que aportar…

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Edmunds.

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Andris.

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Roberts.

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Maija. (desenfocada por respeto a su «please, don’t take me photos»)
A pesar de las pocas ganas, del cansancio, el frío y las calenturas, el domingo salimos a dar una vueltecita por la Old Town. Lo hicimos con Edmunds y Adris; un lujo. Es mucho más interesante cuando te cuentan curiosidades, anécdotas e historias, que cuando sólo ves edificios más o menos bonitos.

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Entramos al museo de la guerra, y aunque el tema viene siendo un poco repetitivo, no dejamos escapar la oportunidad.  Cuenta la historia de Letonia a través de todas las conquistas y liberaciones vividas a lo largo de los tiempos, y no son pocas. Son cinco pisos de armas, uniformes, manuscritos, mapas…,  todo transmite miedo, violencia, venganza, pobreza, tristeza, destrucción…, excepto una foto, la única que transmitía amor, esperanza, libertad…

DGM_9591 [Resolucion de Escritorio]Durante nuestra estancia en la casa verde, nos hablaron en varias ocasiones de que en la casa de los vecinos, «la blanca», había unas palabras en español (creían) y querían saber que decían. La noche antes de partir me acerqué con Edmunds para traducirles lo que yo esperaba sería un mensaje del tipo: «David y Belén estuvieron aquí en mil novecientos y pico»; imaginaros mi sorpresa cuando me encontré con esto:

DGM_9639 [Resolucion de Escritorio] DGM_9640 [Resolucion de Escritorio]Por la mañana temprano nos marchamos con Roberts a Tartu, Estonia. Este chico se gana la vida desarrollando una app, «WomanLog», mientras estudia, por gusto, en la universidad. Nos ofreció, además del transporte, su sofá. Tartu es realmente pequeña y en un día da tiempo de sobra para pasearla. Esta vez fui yo el que entró en el museo de las celdas de la KGB. Bastante más pequeño que el de Vilna,  pero aún así resulta muy sobrecogedor.

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A las 2:30 de la madrugada tomamos el bus a San Petersburgo. Rusia nos espera.

SURFEANDO LITUANIA

Dejamos Varsovia a las 23:00h con destino a Vilna, Lituania. El autobús estaba petado de españoles, creo que Erasmus, pero no entablamos conversación con ninguno de ellos, es demasiado pronto para añorar el idioma o la cultura que nos une, de modo que tratamos de dormir… sin éxito.

Salimos del autobús a la carrera, porque Robertas y Sigita salían de casa a las nueve de la mañana y a nosotros no nos apetecía nada quedarnos en la calle hasta las siete de la tarde que volvieran. Necesitábamos descansar, dormir unas horas en condiciones antes de surfear la ciudad. No fué fácil, pero lo conseguimos. El piso tenía unas vistas sensacionales y estábamos a dos pasos del centro histórico.

Disfrutando en la plaza DGM_9424 [Resolucion de Escritorio] DGM_9358 [Resolucion de Escritorio] DGM_9362 [Resolucion de Escritorio]

Vilna tiene un saborcito muy chulo; es pequeñita, tranquila y acogedora. El centro tiene más iglesias que Jerusalén, ¡es increíble!, y a pesar de disfrutar de un tiempo primaveral, en el interior hace un frío que pela; y no sabemos por qué razón algunas de ellas están dejadas de la mano de Dios; en otras, por supuesto, hay vírgenes milagrosas…

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Hay un castillito coronando una loma que resulta bastante coqueto, y aunque como castillo dice bastante poco, es muy agradable pasear alrededor, y las vistas son espectaculares.

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Pasear la Calle de la Literatura fue fascinante, ¡es tan hermoso disfrutar de la cultura en la calle!… ¡y es tan triste acordarse de algún ministro de nombre impronunciable en este blog!… Nos dejamos caer en el barrio de Uzupi, ¡qué maravilla!. El barrio está tomado por artistas que  exponen en las calles, se consideran una república independiente e incluso proclamaron su propia constitución. Es de esos sitios en los que no te importaría quedarte para siempre.

Calle de la Literatura.
Al fondo, calle de la Literatura.
Calle de la Literatura
Calle de la Literatura.

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Sabía que quería mi tattoo de rigor de cada país visitado, pero en esta ocasión buscaba algún nexo de unión que simbolizase el concepto del viaje. Esta vez no me conformaba con el nombre de mi eterna y amada compañera en el idioma de turno. Tampoco me apetecía demasiado parchearme de simbolismo de todas las clases, formas y colores. Entonces lo vi claro: este es un viaje «espiritual», la búsqueda de mi propia alma, y continuamente resuena en mi cabeza una afirmación de Yogananda: «Nada temo, soy espíritu». And that’s it… ésa es la «frase tattoo», y en Drakono Zenklas hicieron un bonito trabajo. Ahora puedo decirlo (sin miedo) en varios idiomas.

Momento Tattoo
(Pretendo conocerme a mí mismo, y espero poder comprender la verdad de quién soy y para qué he venido a este mundo. Cada vez que reflexiono sobre este asunto, más convencido estoy de que «yo» soy mucho más que el cuerpo en el que habito, y siempre, siempre, resuena en mi cabeza esta afirmación.)

Mientras yo me tatuaba, mi eterna y amada compañera disfrutó, si se puede calificar así, del Museo del Genocidio; un edificio utilizado por los Nazis primero y por la KGB después, para torturar y aniquilar «al enemigo». No hay fotos.

Cogimos un bus a Trakai, un pueblito a treinta y pico kilómetros de la capital. Un acierto. Es una pasada: las casitas de madera, los lagos que la rodean, el castillo… resulta muy tentador y apetece quedarse unos días por allí, pero aún es pronto para dejarse llevar por el romanticismo, estamos solo de paso.

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Vivimos en casa del jefe de prensa del Parlamento Europeo en Lituania, cosa que carece de importancia, pero quiero que quede constancia de que en Couchsurfing hay gente increíble, y este cargo me pareció bastante anecdótico. Además, resulta ser un autoestopista «de pro», forma parte de un club de autostop en el que hacen competiciones, y nos ayudaría muchísimo en nuestro viaje a Riga.

Surfeando el sofé de Robertas
Surfeando el sofá de Robertas.

Y a Riga nos fuimos en autostop. Allí nos esperaba Edmunds, nuestro anfitrión, un personaje del que hablaremos cuando os contemos como surfeamos Letonia…