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SURFEANDO CON TIGRES

Una semana completa, con sus siete días y sus siete noches, es el tiempo que he necesitado para ordenar sentimientos, dejar atrás la nostalgia y ponerme a escribir esta entrada. Y es que un mes de voluntariado en el Templo del Tigre no deja indiferente a nadie. Puede que termines odiándolo o puede que termines amándolo, completamente estresado o en absoluta paz, reventado, guarreado, picoteado, mordido, meditado, reinventado…; pero en ningún caso podrás irte de allí como si nunca hubieras estado, sea lo que sea lo que te lleves dentro, dentro de ti quedará para siempre.

Vamos a ponernos en situación. Wat Pha Luangta Maha Bua Yannasampanno es un templo budista situado muy cerca de Kanchanaburi, en Tailandia,  y es el santuario de numerosos animales salvajes. La historia de los tigres empieza en 1999 cuando el templo recibió el primer cachorro, había sido encontrado moribundo, así que los habitantes de la zona lo llevaron  allá donde sabían que se harían cargo de él. Se corrió la voz, y llevaron otro tigre, y otro, y un búfalo de agua, y una vaca, y un ciervo…, y poco a poco aquel templo se fue llenando de animales que de estar en otro lugar habrían muerto. Y los monjes no daban abasto, y empezaron a contratar a gente para que les ayudaran, y empezaron a venir gentes de otros países, curiosos por lo que allí estaba pasando, dispuestos a pagar para ver a los animales. Hoy son quince monjes, cientocuarenta tigres, dos leones, seis osos y cientos de animales de todo tipo. Hoy es una de las más reclamadas atracciones turísticas de Tailandia, pero sigue siendo un templo, El Templo del Tigre.

Nosotros lo turisteamos hace un par de años, y nos gustó, y mucho, pero nos quedó la cosita de pasar una temporada como voluntarios. En apenas unas horas se puede presentir con certeza que no es lo mismo visitarlo que vivirlo. Y en este viaje, la ruta pasaba por Tailandia, de modo que les contactamos. No cumplíamos ninguno de los requisitos que pedían, pero, naturalmente, eso no nos frenó y les escribimos un emotivo email pidiendo que nos dejasen echar una manita. El día uno de septiembre a las 9:00h estábamos en la puerta del templo, junto con otros cinco voluntarios, con los nervios a flor de piel y muchas ganas de empezar a trabajar con los tigres.

El día dos de septiembre ya teníamos una renuncia, Nathalie, de Francia, no podía soportar las condiciones de higiene y habitabilidad de su cuarto. Y es que aquello no es precisamente un hotel de cinco estrellas, pero para nosotros era más que suficiente. TigerTemple-1Dos semanas después, por unas razones u otras, se fueron Caroline y Celine, para entonces ya sabíamos que por norma general sólo el 50% de los voluntarios termina el periodo de un mes. Trabajo duro, comidas aburridas y picantes, calor, colchonetas incómodas, duchas de agua fría, reclusión, suciedad, mosquitos, meditación obligada, turistas TigerTemple-118impertinentes, olor a «tigre», escorpiones en las habitaciones y un sin fin de pequeños inconvenientes llevan a la peña a la desesperación y la renuncia. Para mí todo lo expuesto se veía más que recompensado con un sólo minuto de juego con los cachorros, con ver como un tigre adulto se acerca cuando lo llamas, con dar de comer a los «adolescentes», o pasear con los oseznos. Para Alma, con una semana hubiese sido más que suficiente, pero nunca renunciaría, es una mujer de palabra y se había comprometido por un mes, y un mes es lo que estaría; yo hubiera prolongado mi estancia. Hace un par de años me fuí con la idea de volver como voluntario, esta vez me fuí con la idea de volver como staff. Ya veremos dónde me pone el Universo.

No creáis que no hay controversia alrededor del Templo del Tigre, la hay y mucha. En Tailandia, como en casi todos los países tropicales, el tráfico de animales está a la orden del día, es un negocio muy rentable, y no faltan excéntricos a los que les gusta tener bichos raros en sus casas, y trofeos, y macabros souvenirs hechos a partir del sufrimiento de seres vivos. Es fácil encontrar en este país atracciones turísticas en torno a animales salvajes como elefantes, cocodrilos, monos, serpientes y, por supuesto, tigres. Los sedan, los maltratan y los atemorizan con el único fin de que occidentales sin escrúpulos se puedan hacer una foto con ellos, o tocarlos o abrazarlos a cambio de buenas sumas de dinero.

En el templo no drogan a los animales, ni los maltratan para que aprendan espectáculos circenses, de eso doy fe. Prácticamente todo el que trabaja allí quiere de veras a los animales, se preocupan por ellos, por su salud, por su bienestar, aunque gilipollas hay en todas partes y el Templo del Tigre no es la excepción. También puedo dar fe de que aquello, cada vez más, se está convirtiendo en un negocio bastante lucrativo. Es cierto que se generan muchísimos gastos que hay que sufragar de alguna manera. Es cierto que dan trabajo a un montón de gente de la zona, que ayudan con proyectos sociales muy interesantes. Pero también es cierto que están construyendo una catedral de mucho cuidado, «centro de entrenamiento para la meditación» lo llaman ellos. La cuestión es que hace falta mucha pasta para todo lo que hacen, y para ganar mucha pasta hacen falta muchos turistas que paguen mucho dinero, y para que los turistas paguen mucho dinero hacen falta muchos cachorros, y los cachorros crecen muy rápido, de modo que en tres semanas se los quitan a las mamás para ponerlos a disposición de turistas dispuestos a pagar por hacerse fotos con ellos. Los argumentos que dan es que las tigresas no se hacen cargo de los cachorros.

Realmente desconozco el comportamiento de las tigresas en cautividad, pero no me gusta ver como separan a los bebés de sus mamás.
No me gusta que pasen las tardes en brazos de turistas, pero me gusta que si están dormidos los dejen durmiendo, a pesar de que hayan pagado para jugar con ellos.
No me gusta que los vacunen, pero me gusta la constante preocupación por el bienestar de cada uno de ellos.
No me gusta que los animales se adapten al ritmo de los seres humanos, pero me gusta que traten con prioridad a los animales, y no a los turistas.
No me gusta que se comercie con animales, pero me gusta que los ayuden a sobrevivir.
No me gusta que se encierren a los animales en jaulas, pero me gusta ver que a los que no entrañan peligro los dejan en libertad.
No me gusta que se utilice la religión con fines comerciales, pero me gusta que se saque dinero de donde sea para ayudar a los demás.
No me gusta, me gusta, me gusta, no me gusta.

Podría escribir un libro completo con las cosas que me gustan y las que no, pero, a fin de cuentas, sólo he podido estar un mes allá, y no ha sido suficiente para poder entender todo lo bueno y todo lo malo de aquel lugar. Por mi forma de ser me quedo con lo bueno, de lo malo me ocuparé cuando vuelva una temporada larga, como staff o como voluntario, entonces podré decidir si es o no es absolutamente recomendable visitar el Templo del Tigre en Tailandia. De momento os diría que sí, pero que no tardéis demasiado porque todo puede cambiar…