– ¡Es aquí Nematu, es aquí!. Están sacando las mochilas, ¡corre, vamos!.
Después de toda la noche bastante fiebroso en un autobús. Eso no sienta nada bien.
Bajas en una estación bastante ajetreada, muy cerca de la frontera Malasia -Singapur, para enterarte que toca esperar un par de horas hasta que abran la oficina de la compañía de buses. Eso no sienta nada bien.
Abren la dichosa oficina y nos validan el tiquet para un bus urbano. Me siento en algo así como un portaequipajes a dormir, preocupado porque voy con fiebre. Fiebre – ébola – frontera Singapur… Eso no sienta nada bien.
Subimos por unas escaleras mecánicas, con las mochilas, las prisas, la fiebre… Parece que un gas dentro de mi está pidiendo permiso. Decido apretar un poquito a ver qué tal, pero me cagué. Eso no sienta nada bien.
– ¡Alma, para!. Me cagao.
– ¡A quién se le ocurre!. ¡Vamos, corre!. Ya irás al servicio al otro lado.
– Alma, por dios, que me cagao.
– ¡Qué oportuno eres tú también, coño!.
– Dame los clinex.
– No quedan.
Eso no sienta nada bien.
Voy al servicio abajo porque arriba no hay (qué mal sienta eso). Y los encuentro, y los están limpiando, y mientras me siento en la taza a liar la tercera guerra mundial el muchacho continúa friega que te friega, y yo cagando hasta los desayunos del Templo del Tigre. Eso no sienta nada bien.
Salvo la situación con bastante dignidad y me voy relativamente limpio a cruzar la frontera. Cuando rellenábamos el papelito de inmigración la policia se acercó a preguntar y a tomarnos la huella digitalmente. Luego que si la visa, que el pasaporte, que te interrogan. Eso no sienta nada bien.
Y después del interrogatorio registro de mochilas, requisamiento de tabaco y explicación en inglés de lo malo que éste es para mi salud, y que por ello les tengo que pagar 122 dólares. Y lo tiro a la basura. Eso no sienta nada bien.
Luego me doy cuenta de que si hubiese pagado me hubiese ahorrado mucha pasta. Y eso, tampoco sienta nada bien.